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Los precios de las garras. Una vida marcada con zarpa de fiera.
 
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SarahFortune1581110 · 18-21, F
La mirada de Katya se quedó fija en Fedía, parecía que la primera vez no le había entendido cuando afirmó ser una bruja. — Lo soy, Fedía. Pero siéntase seguro conmigo que jamás usaría la magia para algún acto que no lleve bondad en él, me alegro que esto lo haga feliz, creo que usted merece esos momentos más que nadie en este mundo, mi corazón me lo dice.
—Sus manos temblaban, las mismas que usaban la espada y el fusil. Sus ojos, especialmente el bueno, se fijaban tanto en ella como en el regalo, ese presente sin dudas era el mejor que le habían dado—. ¿Cómo lo hiciste? Parece imposible, la magia...¡¡Eso parece!! Es auténtica magia. Dijiste la verdad, Katja Sokolova, eres una hechicera. —Le cayó la ficha, fue finalmente que predijo aquello, ella jamás le había mentido, pero Fedía aún se percataba de sus poderes— Como la de los cuentos.
SarahFortune1581110 · 18-21, F
Sintió una alegría inmensa al entregar el regalo, parecía que la sorpresa le había agradado. Con eso estaba dándole dos cosas a Fedía. Una muestra clara de que la magia existía y Katya tenía acceso a ella, y la otra era que le apreciaba. Para devolver la vida de algo era necesario ofrecer algo de igual valor. Katya ofreció su más amado collar, era el equivalente al valor sentimental, pero Fedía necesitaba más esa alegría que ella. — ¡No! ¡Nadie se ve patético siendo feliz, Fedía! Jamás olvide eso, por favor.
—Sus ojos se conmovieron al ver el presente ¿Cómo era posible aquello? Su corazón se estaba rompiendo, sin dudas. Aunque fuese aquel un regalo hermoso, sentía una enorme tristeza de lo que representaba para él. Se quedó atónito, muy sorprendido. Esa Pivone en cuestión era dolorosa de solo ver, pero lo que más le quedaba era su belleza, cosa que sus dedos tocaron detrás del cristal. Era esa la mejor prueba de que existía en el mundo una oculta belleza, tragó saliva— Yo... No sé que decir, no esperaba esto Katja Sokolova. Jamás he recibido un regalo así...—La verdad, puramente y sin vergüenza, se sentía como una señorita siendo agasajada ¡Qué humillante! Pero que hermosa sensación el recibir tal detalle, cosa que jamás borraría de su mente— Debo verme ridículo.
SarahFortune1581110 · 18-21, F
¡Me alegro tanto! —De tranquilidad y modo recatado no tenía nada, pero recordó que él era un hombre de más edad y mayor estatus. Así que suspiró profundamente para calmar su corazón. Hubiera querido hacerlo ella, pero en un mundo de apariencias tuvo que pedirle al cochero que acercara el regalo hasta el varón mientras ella se acomodaba. Era una caja de madera, parecía haber sido tallado a mano con una "FK" puestos en cursiva sobre la parte superior. Si era una caja pesada. — Adelante, Fedía, por favor. — dentro, se encontraba la máxima prueba de su magia. La peonia muerta que le había entregado, estaba prácticamente restaurada a su gloria original. Pero para preservarla eternamente, estaba dentro de una caja de cristal más pequeña, rellena con un líquido especial que la hacía ver increíblemente hermosa, y viva.
—Las sirvientas espiaban desde la ventana con disimulo de fantasmas ¡Fedía hablando con una mujer! Y la mujer traía un regalo, no podían creerlo. Era un milagro, un milagro sin dudas. Aunque fuese una plebeya o una mujer de menor estatus, era suficiente para causar ilusión en toda la casa. El hombre no podía creerlo, rascándose la cabeza y la barba ¿Qué iba a decir?— Se encuentra más que bien, hasta sale a pasear con su mujer. Casi todos los días viene a molestarme...—Rezongó con sorna, pues lejos de molestarle le agradaba ver esa vitalidad, sin embargo estaba muy tímido, apenas si le miraba los pliegues del vestido blanco— ¿Qué trae ahí? Parece algo pesado, ¿no le resulta difícil de llevar?
SarahFortune1581110 · 18-21, F
Katya siempre parecía un ser de irradiantes ojos ambarinos. Como si la alegría siempre estuviera desbordando de su cuerpo, claro, hasta que le cambiaba el modo. —Fue un viaje largo, pero la emoción lo hizo más largo. He venido a traerle algo importante. —también era de esas personas que no sabían guardar el secreto de un regalo, hasta movía los pies con esas botas que ocultaban el largo vestido. Katya no era una noble, pero si aprendiz, lo que le daba cierto estatus que para grandes nombres era lo mismo que ser una plebeya. Aunque el color del vestido le hacía resaltar. Un vestido blanco con ribetes en Borgoña. —Pero primero debo preguntar cómo sigue su amigo.
—Estaba muy nervioso, se había acomodado la camisa junto a los pantalones calzones azules, que de forma igual al de los jefes y oficiales del Arma, con dos trencillas de oro en los costados y un escusón en la parte anterior del muslo. Se acomodó sus cabellos hacía atrás, peinado a lo improvisado y con la barba bigote suavemente rasurada, por lo menos ese rostro herido poseía cierta alegría al recibir visitas— Me sorprende que viniera, Katja Sokolova. Siéntese. —Era pésimo anfitrión, pero por lo menos la sirvienta ya estaba preparando el chai y demás. Se sentó en su sillón individual de lectura, no sabía ni que decir— Ehh....¿tuvo un viaje tranquilo?
SarahFortune1581110 · 18-21, F
Habría querido aplaudir de emoción cuando vio a Fedía. A decir verdad su casa era hermosa y muy elegante, no podía decir que la casa de Ignis era fea o vulgar, pero carecía de la elegancia de esa que visitaban. — ¡Fedía Krasílnikov! —el cochero le echó una mirada para que se calmara, debían mantener apariencias y la audacia de Katya jamás iba a ayudar a nada, era como una caja abierta de emociones. Carraspeó, bajando la voz. — Al fin te encontré.
¿Mmh? —Solamente Alyona solía sorprenderse tanto. Era la ama de llaves, ya anciana, de las tierras donde Rodia vivía, y pese a corta de vista, su cara de sorpresa al ver una mujer tan joven junto al cochero. Sin dudas era imposible e improbable que el ermitaño Fedía tuviese una visita por parte de una tan vivaz jovencita ¡Su cara de sorpesa fue tal que hasta parecía haberle dado viruela! La señora, de modales más franceses que del Cáucaso se acercó y recibió con una sonrisa torcida e inexplicable— Señor Krasílnikov..¡¡¡Señor Krasílnikov!!! —Exclamó conforme recibia a los invitados a la fina casa del húsar. Era una casona que respaldaba el apellido que poseía, siendo demasiado grande para que solo un hombre viviese en ella. La sirvienta les hizo esperar en la sala de estar, repleta de sillones turcos y otomanos muebles de maderas exquisitas. Grandes bibliotecas, aunque ciertamente poca vida ahí. Lo más probable es que Fédia no estaba preparado para recibir visitas, así que unos cuantos

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