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Húsar - Русская императорская армия.
About Me
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[center][big]El Mio Húsar. [/big][/center]
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"De lo que mis granaderos son capaces, solo lo sé yo, quien los iguale habrá, quien los exceda no"[/center][/code]

En el otoño del ya empezado año el húsar Fedía Vasílievich Krasílnikov se encontraba preparando a Lulenka, su yegua predilecta, para montar las tantas verstás que le separaban de la casa de los queridos Rozomenzki, a los cuales tenía las mismas ganas de ver que el caballo de andar en la reciente helada matutina. Era normal que ellos quisieran felicitarle por haber sido ascendido a capitán de otros veinte jinetes, y que por fin, pudiera escapar de su enfermiza ociosidad y peor aún, soledad.
La soledad era el mal de todos los soldados, pues estar acompañado era la única forma de escapar de los males causados por la profesión; la continua cercanía con la muerte y el orgullo de ser artífices de dejar a madres sin hijos. La gente que cree conocer a Fedía suele pensar que es un hombre orgulloso e inaccesible, incluso con sus subordinados y compañeros de oficio. El escritor Tolstói solía retratar a hombres similares, y consideraba que nada causaba tanto desprecio como la aspereza ni tanta admiración como la firmeza. Fedía es un poco aquellas viejas nociones, pero ciertamente, a nadie podría causarle otra cosa que una sensación penosa y lúgubre.
Cuando cabalgaba con sus húsares ellos le seguían con miedo, no se atrevían a cuestionar nunca sus ordenes y siempre se volvían uno con el viento que el penoso capitán. Muchos solían decir, en secreto y sin orgullo, que los enemigos eran embestidos por la propia tristeza de aquella compañía de caballería, como si fuese un viento asolador. Los únicos que conocían de su pasado eran los Rozomenzki, encabezados por Shesha, su único amigo y antiguo compañero, pero que herido de metralla tuvo que abandonar la fuerza con honores.
Fedía montado a Lulenka abandonó su hogar con tal de visitarles, tal y como había prometido aunque no tuviera deseo alguno de ir.

[center][big]El Mio Húsar. [/big][/center]
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"Mi amada peonía, jamás dejo de pensarte..."[/center][/code]

Odio tanto el destino, pero no tanto como los moscovitas, tan opulentos y vulgares. Siguen vistiendo como payasos otomanos, me hierve la sangre de solo recordarlos. Temo tanto caer en tristeza y en desgracia cada vez que me encuentro lejos de usted, tanto deseo estar en sus brazos de nuevo, tan lejos del veneno de las personas, solamente nosotros fundidos en un abrazo comparable al maternal. Le mando todos los besos que esta boca es incapaz de dar, y todas las palabras que este corazón es incapaz de decir. Le prometo que nada me atormenta más que saber que otro caballero besa sus manos, pero no pierdo la esperanza, y espero que usted tampoco. Ya vendrán tiempos mejores cuando termine la guerra. Continuaré la carta en el francés que tanta risa le da oír de mis labios, mais je vous prie de ne pas cesser de rêver de moi, de ne jamais cesser de regarder par la fenêtre quand vous me voyez à cheval. Je promets de ne jamais cesser de t'aimer.

Tu húsar.
F. Krasílnikov

[code]Por cobardía en acción de guerra, en la que aún agachar la cabeza será reputado tal.
Por no admitir un desafío, sea justo o injusto.
Por no exigir satisfacción cuando se halle insultado.
Por no defender a todo trance el honor del cuerpo cuando lo ultrajen a su presencia o sepa ha sido ultrajado en otra parte.
Por trampas infames como de artesanos.
Por falta de integridad en el manejo de intereses, como no pagar a la tropa el dinero que se haya suministrado para ella.
Por hablar mal de otro compañero con personas u oficiales de otros cuerpos.
Por publicar las disposiciones internas de la oficialidad en sus juntas secretas.
Por familiarizarse en grado vergonzoso con los sargentos, cabos y soldados.
Por poner la mano a cualquier mujer aunque haya sido insultado por ella.
Por no socorrer en acción de guerra a un compañero suyo que se halle en peligro, pudiendo.
Por presentarse en público con mujeres conocidamente prostituidas.
Por concurrir a casas de juego que no sean pertenecientes a la clase de oficiales, es decir, jugar con personas bajas e indecentes.
Por hacer un uso inmoderado de la bebida en términos de hacerse notable con perjuicio del honor del cuerpo.[/code]