[code][...]Se apresuró, presentía que algo malo venía. No hubo demora en retirar aquella hombrera que en realidad se trataba de un escudo, era un escudo viejo y que Percival conocía perfectamente. Se trataba del escudo de José de Arimatea, aquel que en su tiempo había usado el mismo caballero para enfrentar a un dragón de fuego. Tal vez no sería algo muy efectivo en esta ocasión, sin embargo, era algo que al menos serviría en un intento por cubrirse.

Se perfiló, había colocado el escudo en su siniestra y alzado de modo que éste cubriera al menos el torso y parte de las piernas. Su diestra retomó rápidamente su lanza, era evidente que pondría al escudo al frente, estirando su pierna derecha como apoyo. Eso, aunado a la protección que brindaba la lanza que sostenía; nada más y nada menos que la Lanza del Destino, aquella que perforo el costado de Cristo; su protección brindaría la resistencia necesaria tanto al portador como al escudo, ante los ataques de carácter mágico.
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