«No somos camaradas.», pensó la mujer con una extraña sensación de resentimiento cuando su vista se desvió al consejero. Sin embargo, no tenía fundamentos para comportarse de forma irracional, más que la personalidad tan... exasperante de Aeon. Pero sí le sonrió de forma burlesca, dado que no pudo replicarle su comentario y ni siquiera tuvo que emitir un sonido para ello. Le gustaba discutir con él porque el poder de las palabras eran válido, sin necesidad de emitir un solo sonido, a diferencia de otras personas, como sus soldados. Pero no pudo evitar resoplar. “Fuerza bruta”. Aeon necesitaba acción en su vida. Se acercó con paso ligero, aprovechando que tenía el traje de entrenamiento y no un estorboso vestido y se colocó frente a ambos personajes, captando la atención de ambos con el movimiento de sus manos. — ¿Quiere que le cuente una historia, princesa? — Salander enarcó sus cejas; pues, la magia de sus narrativas se basaban en la extraña habilidad que tenía para mover los o