[code]Faye extendió la mano para tomar el sobre de papel, haciéndolo bailar entre sus dedos. No tenía nada escrito por encima, y aunque lo pusiera a contraluz era imposible adivinar lo que había dentro. Estaba tan bien sellado que no había manera de curiosear sin llegar a abrirlo.
Rompió la envoltura desde un extremo y dejó caer el contenido en su regazo. Había un pequeño papel blanco con algo escrito en tinta negra. No le costó ni dos segundos reconocer el puño y letra de Trygve.
❝ 𝑺𝒊𝒈𝒓𝒊𝒅 𝑩𝒂𝒓𝒔𝒍𝒖𝒏𝒅 𝑷𝒓𝒊𝒎𝒆𝒓𝒂 𝒏𝒂𝒗𝒊𝒅𝒂𝒅 𝒆𝒏 𝑳𝒐𝒏𝒅𝒓𝒆𝒔 ❞
Con un nudo en la garganta, Faye terminó girando el trozo de papel. En la otra cara estaba una foto de ella, con los brazos extendidos, posando en medio de la nieve con un abrigo y una gorra que la protegían del frío.
Ahogó el pesado suspiro que llenó su pecho y se limitó a negar con la cabeza. De repente, el amargo recuerdo volvía a invadir su mente. [/code]
[code]«Eleanor», pensó. Faye frunció el ceño instintivamente, y su hermano no pudo pasarlo por alto. Sabía que no era la mejor forma de entregárselo, y menos con las prisas encima, pero por cuestiones de trabajo no podía quedarse más tiempo con ella.
— Mira, sólo tenlo por hoy. Si no lo quieres, me lo devuelves mañana en la cena, ¿sí?
— Pero ¿qué es...?
— Ya lo verás. Ábrelo en casa, cuando estés tranquila —él intentó ser lo más conciliador posible, aunque a veces la impaciencia le podía—. Te llamo más tarde para coordinar.
Y dicho eso, agitó disimuladamente su mano derecha para despedirse de ella y seguir su camino
Era tan seco como su madre, y no podía culparlo de ello. Faye resopló con obvio hastío, y se recargó contra el respaldar de su asiento. No le quitó la vista al sobre ni siquiera por un instante, mientras tanteaba en su mente el contenido de este. ¿Dinero? ¿Una carta, tal vez?[/code]
[code]— Como recién salida de la cama —Lennon enarcó una ceja mientras sonreía con bribonería.
Faye, al mirarlo, sonrió por igual. Había perdido la cuenta del tiempo que había pasado sin ver a su hermano menor. Lo último que recordaba de él era a ese adolescente de los mofletes inflados y el corte de hongo; ahora era todo un hombre, más alto que ella, con las cejas pobladas y esos ojos ligeramente desviados que había heredado de su padre.
— Siéntate, Lenny. Tenemos mucho de qué hab...
— Ahora no tengo tiempo —en el momento que la interrumpió no se atrevió a mirarla directamente, estaba bastante apenado—. Pero te prometo que así será, ¿vale? Es más, te invitaré a cenar mañana, donde tú quieras, solo...
Lennon empezó a hurgar en el bolsillo interno de su abrigo, y de ahí sacó un pequeño sobre. Lo tendió sobre la mesa y esperó a que lo tomara para explayarse. Pero Faye lo miró en silencio, esperando una explicación para todo eso.
