La farisea quietud inmediatamente sería perturbada por una noche prometedora que apenas daba su espectacular inicio citadino. El nocturno firmamento era testigo de las edificaciones acompañadas por ostentosas luces neon, cuales embelesaban genuinamente a cada transeúnte que añoraba perderse en el esplendor de estás, y quizás más de uno ni siquiera emplearía resistencia. Tan solo requería eso, calles repletas y desconocidas, algo bastante idóneo para ocultarse entre ellas, en especial a su conflictiva como incontrolable naturaleza. [...]
Y así era, procuraba no mentir acercar del desconocido e fantástico sitio, sin embargo, era inevitable como poco creíble para otros no nacidos ahí, simplemente se limitó a proseguir sonriente para evadir incomodidad sobre el tema.
