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- ¡Ah, Afrodita! - no alcanzó a atrapar la cola del animal para evitar su inmiscuida instintiva en la búsqueda de un espacio caliente, oscuro y cerrado. Siempre ha estado en contra de agarrar a cada ejemplar por los segmentos de su extremidad ofensiva. Sin remedio, el arácnido fue marcando a base de microscópicos rasguños la piel del pisciano - ¿No te estoy diciendo que le pongas la mano? ¿Dónde está? No, mejor tu no te muevas... - bufó con fastidio, comenzando una superflua exploración en el torso del mayor después claro de haber buscado por su brazo y espalda alta, por encima de los omóplatos - No te puedo confiar nada un solo segundo porque tienes que ... ser Afrodita siempre. Dioses,... - a esas alturas ya no se podía distinguir si su preocupación es por su mascota o por la integridad del sueco. Todos saben que sus ataques derivan de cierta característica propia del signo que representan y, aún sin quererlo, una picadura de escorpión es dolorosa por sí misma. No es un pinchazo...
 
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