Y aunque su cigarrillo le fue arrebatado de esa manera, la sonrisa triunfal en su rostro no se hizo esperar, eran esas rabietas las que gozaba causar, y que nunca dejaría de lado.— Una muy caprichosa. —ante su cercanía, permaneció estoico por unos segundos, al menos antes de sujetarla por los antebrazos con firmeza, sin llegar a imprimir más fuerza de la necesaria. Ahí, se inclinó ante ella para acercar sus labios a su oreja derecha.— Una que cree que voy a ceder como lo hace el resto. —musitó, y en cada vocablo sus labios rozaron su piel, sólo para apartarla de tajo.— Sé lo que te divierte, y no seré parte de ello ¿o es que acaso me extrañaste? —mencionó lo último con sorna.