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EsR1547757 · M
— Sí, tus ojos, claro. —Se tumba sobre el sillón del cuarto que fungía como vestidor en aquella bodega que fungía como otro punto donde las peleas cladestinas sucedían. Recién había vuelto de una, visiblemente marcado por algunos golpes, especialmente en torso y abdomen que yacían descubiertos en totalidad.— Ven aquí, rubia.
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