— ...¿Huh? —su sonriente gesto poco a poco se fue encogiendo hasta verse estupefacto. No esperaba que algo así pasase, ni en esta ni en cualquier otra vida. Sus cejas cayeron, y un afligido gesto de preocupación imperó en su juvenil rostro lívido como las nieves que creaba. Su reacción fue más por ver el rostro en ella, que por la importancia del hecho.— ...¿Q-q-q-qué ha pasado?... Creí... que adorabas ser reina. —sonrió nerviosamente, a tono entrecortado. Rascó su cabeza con la diestra.— Ya sabes. La onda de dirigir, tu pueblo y todo eso... —sus ojos se le enternecieron y fijamente le miró, susurrándole con suavidad. — Y tú... ¿Estás bien? —