mucho tiempo su procedencia y su razón de ser. Fueron una incógnita durante 300 años, hasta que finalmente halló su Centro y desde entonces nunca se sintió más vivo. Al recordar ésto, no podría estar más feliz por Elsa. Tal como ella lo hizo, creó preciosos trozos de escarcha desde la palma.

Los gestos que hacía demostraban asombro sobre cada una de las palabras que a sus oídos llegaban. El místico brillo de sus ojos resplandeció y mantuvo la boca abierta por breves segundos, sonriente e impresionado. — Woh, es increíble... —profirió con voz susurrada, en aquél trance de fascinación en el que estaba. Sacudió la cabeza, e intentó recobrar una vez más su "genialidad" y compostura.— Quiero decir... TÚ eres asombrosa. —le señaló enérgico, esbozando una sonrisa más viva. — ¡Es increíble! ¿C-cómo conseguiste saberlo? —se interrumpió a sí mismo.— ¡Ah, ya sé! —una idea se le prendió como una bombilla imaginaria dentro de su cabeza. — ¡La luna te lo dijo! ¡Sí, ha de ser eso! —las carismáticas expresiones confiadas y seguras, eran habituales en él, como si tuviese razón. Después de todo, también llegó a estar entristecido tiempo atrás por no saber durante...

—N-No me malentiendas, yo realmente amaba serlo. Pero pasaron muchas cosas hace unos días y yo… Encontré mi lugar Jack. Ahora, estoy donde pertenezco, ¡No vas a creerlo! Pero los cuentos que me leía mi madre, eran una realidad. Corrí hacia la verdad y resulté ser un quinto espíritu elemental. Algo así como lo eres tú. —Sus enormes ojos color marino se enfocaron en el albino, ocultando la emoción detrás de ese semblante sosegado.

—Tú y yo somos aún más parecidos —musitó con sus labios curvados en una sonrisa, a su vez que en sus manos concentraba energía que le permitió liberar destellos minúsculos de hielo.

— ...¿Huh? —su sonriente gesto poco a poco se fue encogiendo hasta verse estupefacto. No esperaba que algo así pasase, ni en esta ni en cualquier otra vida. Sus cejas cayeron, y un afligido gesto de preocupación imperó en su juvenil rostro lívido como las nieves que creaba. Su reacción fue más por ver el rostro en ella, que por la importancia del hecho.— ...¿Q-q-q-qué ha pasado?... Creí... que adorabas ser reina. —sonrió nerviosamente, a tono entrecortado. Rascó su cabeza con la diestra.— Ya sabes. La onda de dirigir, tu pueblo y todo eso... —sus ojos se le enternecieron y fijamente le miró, susurrándole con suavidad. — Y tú... ¿Estás bien? —

—¿De verdad? Vaya, eso sí que es un gusto. Será una víspera encantadora. Anna dará una fiesta muy cálida en Arendelle y… —Volteó a mirarlo con un ligero tizne escarlata en sus carrillos. Muy notorio por el tono transparente de su piel. Carraspeó para recuperar la postura. ¿Qué le pasaba?
—Cierto, no te conté. Ya no soy reina de Arendelle, ahora es Anna.

—¿EH? ¿U-un obsequio? ¿Para mí? —los celestes ojos le chisporrotearon de emoción, sus palidecidos pómulos se le colorearon en un sutil rosa y sonrió, cuán niño en vísperas de navidad. No recordaba la última vez que había recibido un presente, pero seguro fue hace muuucho tiempo atrás. Afinó la garganta y su gesto le fortaleció de súbito, mostrándose más confiado pero aún con el corazón alegre como su sonrisa.—¿Tiempo?¿Brooomeas? —articulaba las palabras riendo a su vez— ¡No me lo perdería por nada en el mundo! —