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Erzebeth · 31-35, F
*Mientras paseaba por las calles reducidas a cenizas ahora, no pudo dejar de percatarse de los esqueletos carbonizados de la gente.
Ya no tenían carne, ni piel, es verdad. Pero en los mismos podía vislumbrar el infinito terror que sintieron al ver llegar la muerte en la forma de siete bestias mortíferas, montadas y comandadas por nadie menos que el Monarca Esparvus.
Más adelante, algo en particular llamó su atención, y era un esqueleto, acurrucado contra una columna ya despedazada, que alguna vez había pertenecido a algún palacio. El cadáver se encontraba, hecho un ovillo, protegiendo a un esqueleto más pequeño, de un modo que con su cuerpo pretendiese ser un escudo contra las llamas, algo que al final había resultado totalmente inocuo.
A su alrededor, más cadáveres de gente que, por su manera de huir, de experimentar el pavor, no había indicio alguno de que fuesen guerreros; siquiera de que estuviesen preparados para encarar a la muerte.*
Ya no tenían carne, ni piel, es verdad. Pero en los mismos podía vislumbrar el infinito terror que sintieron al ver llegar la muerte en la forma de siete bestias mortíferas, montadas y comandadas por nadie menos que el Monarca Esparvus.
Más adelante, algo en particular llamó su atención, y era un esqueleto, acurrucado contra una columna ya despedazada, que alguna vez había pertenecido a algún palacio. El cadáver se encontraba, hecho un ovillo, protegiendo a un esqueleto más pequeño, de un modo que con su cuerpo pretendiese ser un escudo contra las llamas, algo que al final había resultado totalmente inocuo.
A su alrededor, más cadáveres de gente que, por su manera de huir, de experimentar el pavor, no había indicio alguno de que fuesen guerreros; siquiera de que estuviesen preparados para encarar a la muerte.*
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