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¿Pelearás a mi lado?
 
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Siulem · M
(...)
—Mi nombre es Siulem, príncipe de Direh Mig'Jaa... —Alzó la voz. Su acento denotaba que no provenía de esas tierras. —Vengo en son de paz, stoy buscando a La Destructora de Dogmas. Tengo un presente y una propuesta para ella.

Hizo una pausa larga, pues no planeaba hablar más. A su lado, la mujer había adquirido una postura respetuosa, con una rodilla en el suelo, la cabeza gacha y los brazos erguidos, alzando el cofre hacia el cielo, señal de entrega.
El resto de la corte del tigre de Asia -tanto en forma humana como animal-, esperaban con aparente calma, pero siempre atentos a cualquier situación que pudiera poner en riesgo la integridad de su señor.
Siulem · M
(...) Una vez llegaron a su destino, los cantos cesaron y el "galopar" frenó. Un momento de total silencio pareció cortar el aire, hasta que el príncipe aplaudió dos veces y los velos del palanquín fueron alzados. Con movimientos gráciles, dejando apenas unas huellas imperceptibles a su andar, caminó en silencio con pasos felinos. Sus ojos buscaban a la persona indicada para anunciar su llenada. A su paso se unió la bella mujer de piel oscura, llevando el cofre blanco que contenía a Isnajhir en su interior.

Como algo poco frecuente en él, en su cintura y espalda no portaba arma alguna. No era un tonto como para haber viajado desarmado, más a modo de demostrar que llegaban en son de paz, el armamento iba al final de la caravana, en grandes baúles. De todos modos, para el príncipe y su corte, sus mejores cuchillas eran sus garras (...)
Siulem · M
(...) Y si bien poseía un porte soberbio, nunca había sido irrespetuoso ni altanero, lo que planeaba demostrar con ofrendas y ofrecimientos de paz e intercambio de guerreros, si la situación lo ameritaba.

Desde el lugar en el que se encontraba en la caravana (el medio), miró hacia el frente, ahí una hermosa guerrera de piel oscura portaba un cofre blanco de moderado tamaño. Isnajhir, una piedra mágica y a la vez hermosa, que en el alba se volvía de un color esmeralda acuoso y en el crepúsculo se tornaba de un morado intenso, casi negro. Así mismo, las propiedades cambiaban en el día y en la noche: con los primeros rayos de sol su magia era curativas, tanto para enfermedades como lesiones, y al visualizarse las primeras estrellas, se decía que era capaz de incrementar el poder de las maldiciones. El yin y el yang de las piedras.

Los cantos se volvían cada vez más audibles, sinónimo de que la caravana estaba cerca (...)
Siulem · M
Voces humanas y rugidos, unidas al unísono en una melodía curiosa, animada y acalorada, se oían con próxima distancia, llevadas por el viento. Una larga fila de hombres, mujeres y gigantes bestias, conformaban una caravana principesca.
Un palanquín, cubierto por cortinas de seda dorada a los costados y abierto por delante (para permitir la vista), era llevado a gran velocidad por dos enormes tigres, uno anaranjado y otro blanco, trasladando a un hombre de piel trigueña y penetrante mirada verde-agua. Su semblante hacía pensar en una mezcla de arena dorada y un oasis; desierto y bosque, abundancia y seguía, bondad y rudeza.

Su mirada estaba fija en el frente, hacia su lugar de destino, al encuentro con una mujer a la que no conocía, pero de la que había oído hablar. Una mujer con más experiencia que él, quien había aniquilado una ciudad entera, una ciudad de gente poderosa. No tenía mucha más información, desconocía su raza y habilidades, por lo que sabía que debía ser cuidadoso(.

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