31-35, M
tranquilo, juguetón
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AckermanMikasa · 26-30, F
El fulgor de alegría que sembraba en su corazón aquel pequeño con esa sonrisa tan radiante que le mostraba a la deidad del amor y la belleza, no era comparable con nada. La deidad era conocida por el eterno y profundo amor que profesaba a sus hijos y Eros, aquel infante de sonrisa radiante y alegre, no sería la excepción para el amor maternal de la deidad. Su mano se apretó un poquito más sobre la pequeña y mientras salían del templo para que lo rayos del sol acariciaran su piel, Afrodita sonrío, era definitivamente un gran día. El viento soplaba y atraía el aroma de las rosas y eso deleitaba el olfato de la deidad.
—Hijo mío, sabes bien como alimentar el ego de esta diosa. Estoy tan orgullosa de ti. Ven, sentémonos a bajo la sombra de este árbol para comer un poco de frutos rojos. —
Las tres gracias que acompañaban como doncellas fieles de la deidad, aparecieron, llevando pequeñas canastas con frutos como cerezas, fresas, moras y arándanos, además de ambrosía y panqueques que podían disfrutar ambas deidades. Ella comería un poco de todo, ya que la vanidad infinita de la diosa, le prohibía atentar contra su apariencia, aunque eso no le prohibía probar al menos tantito.
—Dime, cariño mío. ¿Has visto a tus hermanos y padre? —
Cuestionó mientras se llevaba a la boca una cereza, mordiéndola y degustándola. La mirada de la deidad cambió, ya que no sabía de Ares desde hace tiempo y quería saber sí al menos se daba el tiempo de procurar a su pequeño hijo.
—Hijo mío, sabes bien como alimentar el ego de esta diosa. Estoy tan orgullosa de ti. Ven, sentémonos a bajo la sombra de este árbol para comer un poco de frutos rojos. —
Las tres gracias que acompañaban como doncellas fieles de la deidad, aparecieron, llevando pequeñas canastas con frutos como cerezas, fresas, moras y arándanos, además de ambrosía y panqueques que podían disfrutar ambas deidades. Ella comería un poco de todo, ya que la vanidad infinita de la diosa, le prohibía atentar contra su apariencia, aunque eso no le prohibía probar al menos tantito.
—Dime, cariño mío. ¿Has visto a tus hermanos y padre? —
Cuestionó mientras se llevaba a la boca una cereza, mordiéndola y degustándola. La mirada de la deidad cambió, ya que no sabía de Ares desde hace tiempo y quería saber sí al menos se daba el tiempo de procurar a su pequeño hijo.