Alex se sentó sobre una colina a la luz de la luna, recordando la tragedia hace 60 años atrás en su pasado, cuando todavía creía un poco en la humanidad, cuando aun creía en el amor. Todo aquello se destruyo cuando su antigua y fallecida esposa Yukita pereció pavorosamente entre sus brazos, todo por culpa de una lluvia de flechas envenenadas...
Un viaje tranquilo. Eso le habían augurado antes de salir de la ciudad que la había visto crecer desde su nacimiento.
Era la primera vez que salia. Una especie de gira que su padre había ideado con la intención de encontrarse con quien según él, sería su prometido para poder unificar los reinos.
Valiente príncipe al solicitar que fuese ella quien viajara, dado que él era el rey, el sol de su imperio y por ende, la candidata a "reina" debía emprender dicho viaje para mostrar que su petición de matrimonio era formal.
Doce horas en aquella estrecha cabina, frío, hambre y sed ¿Era acaso ese el trato que debía recibir una princesa? Igual no se quejó, no estaba acostumbrada a hacerlo puesto que en el palacio la habían sometido a este tipo de carencias para fortalecerla en ese tipo de situaciones.
