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Su pecho subía y bajaba agitada, su labio aún temblaba y sus manos se mantenían empuñadas a sus costados. Nunca había estado en una situación así, y estaba desesperada.

A pesar de que la puerta se había cerrado y que él ya no estaba más, con la mirada baja, la rubia se limpió unas lágrimas que habían logrado escapar — Yo no lo maté... — susurró a pesar de que no había nadie que le hiciera compañía, y tras unos minutos, salió de ese lugar.
No buscó razón. Estaba furioso, ella había escuchado todas las veces que él se sentía mal, incluso al borde de llorar por culpa de Anyel, y aún así tomó todo eso y lo tiró por la borda para irse con el mismo hombre que fue causante de su dolor.

—Me equivoqué contigo —dijo finalmente, con un tono sombrío—, creí que en verdad éramos amigos.

Sin más que decir salió de su propia casa, tomó la capucha del abrigo para taparse la cabeza y así fue dando rumbo por las calles. Necesitaba estar solo.
La forma tan agresiva con la que reaccionó la intimidó, pero especialmente arrugó su corazón — Pero... Yo también soy...tu mejor amiga...y sigo aquí queriendo compartir mi felicidad contigo...y...y... Todo había sido un accidente...y...y...— era todo un garabato de palabras, su labio inferior temblaba amenazando con soltar pronto el llanto.
—¿¡Injusto!? —dijo dándole un golpe a la pared—, ¡Deja de comportarte como una mocosa malcriada, él mató a mi mejor amigo, entiéndelo! Haz de tu vida lo que te venga en gana pero ahora quiero... ¡Quiero que te largues!
— ¡Esto es injusto! ¿Qué pretendes? ¿Dejar de hablarme?
—No, no puedo. Pero tampoco lo acepto. Eres libre de tomar tus decisiones, Mary, al igual que yo soy libre de tomar las mías. Así que por favor; no seas egoísta pidiendo que me lo tome a bien; me conoces mejor que nadie y sabías que esto sucedería.
— Enthon...pero... Es que...¿Qué querías que hiciera? Lo...Lo quiero, me gusta. No puedes soltarme solo por esto ...
—Te hiciste pareja de alguien a quién detesto. Lo sabías, y aún así fuiste a hacer lo que te vino en gana. No te quejes ahora sí te exijo que me sueltes.
— ¡Estás contando muy rápido! Ay...vamos... ¡Me siento muy feliz! ¿No estás feliz por mi?
—Tienes exactamente tres segundos para soltarme.

Se truena los dedos, cuello y hombros.

—...¡Uno!, ¡Dos! Y...

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