Eso le gustaba, no podía negarlo y pese a que si gesto parecía siempre ser el mismo muy en sus adentros algo vibró por ese contacto.

Acomodó un poco esos cabellos largos de tono cian de su compañera y le observó por unos segundos antes de empezar a salir de la escena.

Disfrutó el tacto de sus labios enormemente. Ese toque que sólo él sabría dar, la sensación abrasadora de sus labios.

Se giró para tenerlo de frente y le sonrió con calidez. Si él supiera que ni siquiera necesitaba hacer eso para hacerla sentir que sus besos la quemaban. Ya su mera compañía era fuego.

Se puso de puntitas y besó su mentón, que era donde alcanzaba. Ella preparó sus labios para que diesen un beso frío, como el roce de un cubo de hielo. Así era tan evidente el contraste entre ambos.

Negó con un suave movimiento de su cabeza, se hincó lo suficiente para acercar sus labios y sembrar un beso sobre esa piel que anteriormente había tocado.

Solo unos segundos, quizá ella lo sintió como si le quemara un poco, solo para separarse.

Ahora estaba nerviosa y seguro arruinaría la ceremonia de los elementos. Lo miró por sobre su hombro.

— ¿Planeas hacer que me equivoque?

Simple curiosidad, la yema de sus dedos estaban ardientes.

Nunca se ponía vestimenta formal y justo él decidía hacerle eso.
Hasta el agua del palacio flotante se estremeció.