—Llevó la mano a su cabeza, acariciando su cabello lentamente para susurarle.— No temas. No hay tiempo para temer, ni preocuparse. Hemos caido en situaciones igualmente oscuras. Pero salimos de ella peleando, haciendo lo mejor que podemos, siendo los ideales necesarios para que los que tienen que seguirnos nos sigan, y los que deben de entender, entiendan. Seremos libres, y tomaremos esa libertad bajo nuestra propia mano. Ya hemos rogado por paz suficiente. —La abraza contra si de forma firme, besando su frente, dejando sus labios ahí por un momento para sentir su aroma.— Emma, todo estará bien. —Susurra.—

¿No es gracioso? Somos fugitivos. Los Avengers y la perra de Maria Hill están detrás de nuestras cabezas. —Negó con la cabeza, apoyándola después contra el hombro del castaño, tocándolo por primera vez después de tanto tiempo.—Y todo el mundo nos odia. —Le recordó. No había nada de gracioso en ello, en realidad.— Cuando pensamos que estábamos cada vez más cerca de cumplir nuestro sueño... —Cuánta amargura ahora le producían esos recuerdos.— Yo aún te amo, Scott. —Dejó el sarcasmo de lado, hablaba con voz más suave, más honesta.— Pero más importante; sigo creyendo en ti. Sigo creyendo en que eres el único que puede guiarnos en el camino. —Suspiró profundamente, tomándose un momento para tragar saliva y girar la cabeza hasta depositar un beso en el hombro ajeno, dejando sus labios pegados allí durante unos largos segundos, donde aprovechó para olerlo.

—Todo quedó en negro después del evento que los dejó en nada. Prisioneros, separados. Si aún tuviera sus poderes, habría adoptado su forma de diamante para no sentir el frío. Se mantuvo escuchándolo en silencio, con la mirada perdida en la nieve. Ni siquiera contó todas las veces que le repitió que la amaba en menos de un minuto; lo único que quiso escuchar en esos meses en los que, por primera vez en muchos años, se sintió vulnerable porque, no sólo estar en la compañía de Scott Summers la hacía sentir así, sino el ya no poder estar dentro de su cabeza, donde había encontrado su lugar seguro por tanto tiempo. Sus pasos resonaron entre la nieve, hundiéndose hasta los tobillos sólo para llegar hasta el mutante, colocándose a su lado sin mirarle. Su mano hizo un amago por entrelazarse con la ajena, pero se mantuvo firme. Pronto la rubia soltó una suave risa que, pronto se transformó en una carcajada.— *

Amar y perdonar son dos cosas distintas. Que exista resentimiento irracional en mí, con el que tengo que aprender a lidiar, no quita lo mucho que te amo, Emma.

No es excusarse, es más dejar en claro que no podría siquiera pensar que ese era yo, o que esa fueras tú. Traicionarte es lo más opuesto a lo que soy. Lucho por un mundo mejor para nuestra gente y tú eres la persona más noble de todos ellos, cuando menos para mí. Eres el fin que prima por encima de los demás, no un medio. —Frunce el ceño.— Te amo y no tienes que leer mi mente para saberlo. Solo que las circunstancias han sido adversas hasta este punto. Aún tengo conflictos internos con los cuales lidiar también. Puede que esté quebrado por dentro, ¿pero no amarte? Eso sería una locura.

No tienes porqué excusarte ante mí. Nos traicionamos el uno al otro. Herimos a mucha gente. Ah, cómo quisiera estar dentro de tu cabeza en este momento, Scott. —Resguarda la punta de su nariz entre sus palmas y cierra los ojos por un momento, observando todo a su alrededor. Hacía frío, todo estaba cubierto de nieve y árboles. Era el lugar más solitario, no era para nada acogedor.— Quizá me sigas amando, pero no puedes perdonarme. Y ambos sabemos lo que eso significa.

La Fuerza Fénix era fuego en su forma más pura, poderoso, terrible, fuera de cualquier verdadero control. Fue una apuesta que no medí, pero no tenía la forma de hacerlo, y las circunstancias no nos dejaron prácticamente ninguna otra opción.

Sabes que te amo. Sabemos que no eramos nosotros mismos en ese momento. Tú también lo sabes.