Hulk no entendía de muchas cosas, dioses era una de ellas.

El fuego del fénix, la energía cósmica lo abrasó en flamas que ardían más que cualquier dolor descriptible. Sentía su carne arder y parte de su forma se calcinaba en cenizas que llegaban hasta los huesos.

Dolor, mucho dolor. Dolor que alimentaba una furia que, para sorpresa del Coro, fue súbitamente dirigida por la voz de Banner en medio de ellas.

Y así, su cuerpo comenzó en el vaivén inclemente y de dolor inenarrable, una masa en llamas que, a pesar de todo siguió moviéndose en inercia en la trayectoria de Emma Frost, aún extendiendo esos brazos que luchaban por reformarse mil veces entre la sangre irradiada que hervía apenas instantes de mostrarse.

La criatura comenzó a brillar en pequeños chispazos de fluorescente verde Gamma, ahogados entre la maraña de llamas cósmicas que lo envolvían, mientras intentaba atrapar a Frost entre sus manos.

En parte muerto, en parte vivo. Completamente furioso.