"Ambos hemos sido usados como armas. Ambos hemos sido etiquetados como amenaza", el fuego se mantuvo en la misma intensidad, al igual que la fuerza de su ajeno. Por momentos, sus brazos parecían estar a punto de ceder a su fuerza para quebrarse, pero el fuego lo impedía. "Algún día, cuando ya no les sirvas más, te harán lo que a nosotros: te cazarán. Te exiliarán... e intentarán destruirte", era como una madre intentando razonar con su pequeño. Lo único que hacía, era resistirse a su fuerza.
La Madre de las Estrellas no siempre traía destrucción, también era misericordiosa, y su amor era infinito.
"Tú no eres como ellos, criatura. Sólo has sido una víctima más, como nosotros. Nunca has sido libre... yo puedo darte la libertad. Sólo debes pedírmelo".
Todo el resplandor de la gran ola de fuego la deslumbró en un momento en que se sintió inmensa, infinita. No sentía temor aún cuando la criatura logró aferrarse a sus brazos de diamante mientras era calcinado.
Sentía la presión de su incomparable fuerza. Cualquier otra criatura habría quedado allí, pero más que aferrarse a su vida, la bestia se aferraba a su odio: su fuente de poder.
"Tú", la conexión psíquica se hizo presente inmediatamente, mientras ambos se tenían cara a cara. ¿Se había propuesto realmente a destruirlo? De todas las voces, la de Bruce Banner era la más fuerte.
Al fuego, su cuerpo parecía un rubí. Miró a los ojos de la bestia.
Hulk no entendía de muchas cosas, dioses era una de ellas.
El fuego del fénix, la energía cósmica lo abrasó en flamas que ardían más que cualquier dolor descriptible. Sentía su carne arder y parte de su forma se calcinaba en cenizas que llegaban hasta los huesos.
Dolor, mucho dolor. Dolor que alimentaba una furia que, para sorpresa del Coro, fue súbitamente dirigida por la voz de Banner en medio de ellas.
Y así, su cuerpo comenzó en el vaivén inclemente y de dolor inenarrable, una masa en llamas que, a pesar de todo siguió moviéndose en inercia en la trayectoria de Emma Frost, aún extendiendo esos brazos que luchaban por reformarse mil veces entre la sangre irradiada que hervía apenas instantes de mostrarse.
La criatura comenzó a brillar en pequeños chispazos de fluorescente verde Gamma, ahogados entre la maraña de llamas cósmicas que lo envolvían, mientras intentaba atrapar a Frost entre sus manos.
En parte muerto, en parte vivo. Completamente furioso.
Ahora no sólo era una mutante, sino lo más cercano a un dios.
No sólo eran las voces en la cabeza de Hulk, sino que podía escuchar todas y cada una de las mentes en la Tierra y, de proponérselo, del universo entero también.
Aún no probaba todo el alcance de sus nuevos poderes. Claro estaba que la gigante bestia no quería morir sin dar batalla. Claro que sí. En ese momento, ni las horribles voces podían perturbarla; había dejado de ser una reina para convertirse en una deidad que limpiaría el mundo de todo mal, aplacar a la especie inferior de Neandertales y traer el renacimiento mutante. Era hora de evolucionar. Y en el nuevo mundo no podían caber aquellos que los masacraron.
El Fénix liberó su fuego e hizo su voluntad con el primer Vengador que se cruzó en su camino.
Hulk se detiene por un momento, y ladea la cabeza, una sonrisa de malicia e ingenio recorre su rostro. Se inclina hacia el suelo y responde con una súbita calma. —¿Sólo una?—Se lanza contra ella, disparado tan rápido como una bala, puño derecho extendido contra la misma, al momento que la cacofonía de mentes atrapadas en el gigante verde todas braman en una furia discordante. Banner no tenía sólo un amigo atrapado en ese cráneo, y esos monstruos horribles ahora aullaban de manera aterradora para los "oídos" que sólo una telépata podría prestarles.
En ese momento de caos y furia, no importando si el fuego cósmico lo carbonice hasta la médula, su odio alimentaría el tejido que rápidamente trataría de mantenerlo entero, en los momentos que le tarden tomar a su presa entre sus brazos, y tratar de noquearla con su enorme cráneo.
Una de las huéspedes de la Fuerza Fénix hizo uso de sus nuevos poderes para elevarse y levitar a unos metros del suelo. Contemplaba la gran figura de Hulk desde su nueva altura, estirando ambos brazos hacia los costados, mientras sentía correr todo ese nuevo poder por sus venas.
– Escucho la voz en tu cabeza, criatura –ahora los gritos eran más claros que antes; podía sentir la ira, la desesperación. Una consciencia luchando contra la otra–. Pobre ser atormentado –dijo con voz misericordiosa, cambiando el rumbo de su mano para apuntar hacia él–, es hora de terminar con tu sufrimiento.
