Francamente, se sentía más ofendida que aterrada. El temblor en su labio inferior era visible, el del resto de sus extremidades lo pudo disimular.
De querer, ahora mismo lo tendría sedado, podría hacerlo antes de que fuera demasiado tarde, pero no quería darle más motivos para hacerlo crear un resentimiento hacia la magnate. Su orgullo le impedía darle la razón, incluso en ese momento.— Pero no es tan razonable, después de todo. —Sorbió por la nariz sólo para después contener el aliento por unos segundos que se le antojaron eternos.— Bien, siempre supe que no podíamos contar con nadie.
Achicó sus ojos cristalinos sólo para fulminarlo una vez más mientras planteaba sus pasos, cuidadosos, para poder salir por donde entró.
Está siendo muy egoísta ahora mismo. —Odiaba admitir su parte de razón. Si su cuerpo sufriera de las mismas alteraciones que él, ya se habría transformado.
Notó los destellos color esmeralda en los ojos del Doctor, no pudo evitar sentirse amenazada cuando además sus venas parecieron hincharse, y la misma impresión tuvo del resto de sus miembros. En cuanto él descendió su mano, la rubia se apartó de él, como si su tacto la abrasara.
— He sido comprensiva con usted. ¡Me importan un cuerno los demás! —dio un ligero sobresalto que revelaría su temor.— Pero usted no es capaz de hacer lo mismo por mí. Lo busqué a usted y no a Hank McCoy. —Le recordó.—
...mandó a Sakaar. Las venas en su cuello palpitan del mismo verde Gamma por un momento. Respira profundo.— Felicidades, Señorita Frost, ha actuado de la misma forma que la gente que supuestamente desconfía, de la que cree deslindarse. —Se da media vuelta y comienza a a caminar.— Le sugiero busque otro investigador.
—Sintió el contacto de su mano, y llevó la propia a tomar la de la mujer, y con sumo cuidado tratar de hacerla descender.— Con todo respeto, Señorita Frost, ha elegido a la peor persona del mundo para argumentarle que uno está justificado de hacer algo sólo porque puede hacerlo. —Sus ojos brillan con el fulgor esmeralda de la radiación Gamma por un instante. Inhala profundo.— Es como si me dijera que alguien que tiene un revolver tiene el derecho de matar...
Desconfiar de mí no apoya que viole la mente de quien estaba intentando ayudarla desde el principio. —Siente que comienza a arrastrar las palabras, la cólera aumentando dentro de sí, pero cierra los ojos y respira profundo para acallar los rugidos en el fondo de su cabeza cuando escucha que le dice que no puede juzgarla.— ...Desconfianza, no es la primera vez que utilizan ese argumento para justificar el jugar con /mi/ propia confianza. —Se apunta con fuerza con el índice derecho, recuerda por un instante la traición que lo...
(...) Y no puede juzgarme, dado que usted trabaja para una organización que no siempre ha sido amigable con los mutantes. —Elevó una ceja, mostrándose tan o más seria que él, pero siempre con un trato más cálido que con el resto, más bien afectuoso.—
Podría saberlo todo, si eso quisiera. —Fue capaz de percibir cada cambio de expresión en ese rostro tal legible del científico. Sólo se le antojó que dejó de divertirse al notar la decepción en él. Por primera vez en mucho tiempo Emma Frost se sintió avergonzada de sí misma. Casi se echó para atrás, literalmente.
En cambio, alargó una mano hasta la barbilla del doctor. No había indicios de que estuviera por transformarse, o algo así, la ira fue comprensible, pero demostraría su transparencia y su confianza al mantenerse en su cuerpo de carne y hueso.
— Usted es un hombre razonable, Banner. Los mutantes no tenemos una enfermedad, más bien tenemos dones. ¿Qué sería de mí sin el mío? ¿Habría llegado tan lejos? —Presionó su barbilla lo suficiente para obligarlo a mirarla a través de sus gafas. Quería demostrarle que no le temía, pues confiaba en él.— Comprenda mi posición aquél día que nos reunimos en New York. Necesitaba saber si me estaba mintiendo. Y no puede juzgarme, dado que u
—Frunce el ceño un poco, traga saliva.— Todavía no se ha completado la segunda ronda de postulaciones...—Enunció de forma metódica, un segundo de distracción aniquilado por la presión del derriere de la señorita Frost contra su ser. Retrocedió un paso tras unos segundos de duda y morderse la lengua para romper el trance.— Y-yo normalmente cuento por peso atómi...espera. —Frunce el ceño.— ¿Usted sabe que uso esa mecánica para...? —Entrecierra los ojos, aprieta los dientes.— Usted...en mi mente...—Por un instante la ira pareció surgir en sus ojos, pero fue reemplazada por una mirada de decepción y pena bastante claras.—
—La mutante no necesitó hacer uso de sus dones para darse cuenta del conflicto interno en la mente del científico. Pero cómo le fascinaba incomodarlo.— Sí, ¿cómo van las investigaciones, por cierto? —Vaya ternura la que podía inspirarle, entre tantas otras cosas. Mientras tanto, la Reina Blanca ya había rodeado el escritorio del castaño y apoyó el trasero contra este, quedando a una distancia muy corta de él.— Lo veo muy complicado, doctor, ¿por qué no hacemos un ejercicio juntos? —Murmuró mientras inclinaba el pecho hacia él.— Actinio, Aluminio, Americio, Antimonio, Argón, Arsénico... voy por orden alfabético... Ástato, Azufre, Bario... ¿Qué sigue?
