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—Oh... Qué ropa tan vergonzosa, y seguro creerá que me veo ridícula. ¿Fue un mal regalo?
 
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MarkWilliams · 36-40, M
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Sólo apretó sus párpados, igualmente sus labios. Contuvo así lo que seguramente habría sido un muy ruidoso gemido. ¿Le gustaba exponerla de esa manera? Su cuerpo se contrajo, entre el pudor que sentía y el placer que esos bruscos arrebatos ajenos le causaban.

Ahora sí que rasguñó su espalda, mas ello fue totalmente inconsciente. En silencio agradeció que el haya decidido besarle de nuevo, pues esos alaridos que contenía en su boca de inmediato hicieron erupción sobre la ajena. Lograba incluso seguirle el paso ahora, enfrascarse con él en un pasional y húmedo beso, al tiempo que sus manos acariciaban la nuca y esos preciosos cabellos azabache.

Le pedía más, le pedía todo, y lo hizo a través de la humedad incontenible con la que había manchado su pantalón. Avergonzada en el fondo por ensuciarle, pero inevitable era.
MarkWilliams · 36-40, M
Gracias a la pequeña falda, el contacto aún por encima de la ropa podía ser más real. Seguramente Emily ya había sentido esa excitación del azabache. Misma que en él representaba ahora mismo manoseándole ambas tetas, pues sus manos estaban enfocadas en el área.

— ¿Y? ¿Qué tiene de malo que vean quién es tu dueño?

Clavó los dientes en uno de los hombros ajenos. Dejando una buena mordida en el área. Levantó de nuevo la cabeza para besarla otra vez, era su manera de compensar lo hosco que podía ser, sabía por dónde llegarle a Emily.
—Aahh... —de sus labios no pudo escapar nada más que un alarido. Asintió, dando respuesta, y el agarre que ejercía contra el cuerpo masculino se acentuó. El agudo coro de su voz se prolongó, se hizo más fuerte y ruidoso cuando sintió esa fornida mano entrometerse bajo la tela. Por un momento, clavó sus uñas en la espalda de Mark, si bien retirándolas casi de inmediato. No podía ni merecía herirle, esa era tarea de él.

—L-La ventana... N-Nos pueden ver... —pudorosa aún entonces, objetó al notar el espectáculo que podrían darle a cualquier inesperado transeúnte. Mas su cuerpo daba un mensaje distinto al de sus palabras; sus manos, cual guiadas por una fuerza mayor, se deslizaron bajo la camisa, palparon los relieves de esa esculpida espalda, el calor de esa piel que tanto extrañaba.
MarkWilliams · 36-40, M
Mark siempre era así de impulsivo. Extraña vez su actuar era demasiado premeditado. La subió más en el agarre que le tenía, se coló a su cuello, ahora dejándole marcas sobre él, besos fuertes, mordidas. Emily le pertenecía y por tanto era su derecho marcar esa piel. — ¿Es lo que tanto extrañabas?

Seguro del agarre de las piernas de su mujer y el buen respaldo que representaba la pared, desocupó la mano derecha para llevarla hasta una de sus tetas. Metió la mano por debajo de la tela para tener el tacto directo. Masajeándole de manera brusca, quizá. Pero así se había acostumbrado la mujer.
—¿Q-Qué...? ¡No, no es eso lo que estoy diciendo! —sus ojos se cristalizaron de inmediato. Él se había enojado, y ella se consideraba la culpable. Por supuesto que él iba a tomar eso como una queja, un ataque a su desempeño como marido. ¿Cómo pudo ser tan tonta?

Aturdida entre la culpa y la sorpresa, el vertiginoso actuar de su esposo la tuvo contra la pared de un instante al otro. Lágrimas corrieron por sus mejillas al sentir el contacto de sus labios, no supo cuál de todas las emociones que le hervían ahora las causó, aunque tampoco importaba.

Apretó sus párpados, como apretó el agarre de sus piernas alrededor de la cintua masculina, como sus dedos se engarruñaron en la tela de esa camisa blanca que olía a esa colonia conocida. Como pudo, correspondió el inescrupuloso y tórrido beso.
MarkWilliams · 36-40, M
— ¿Qué estás diciendo, Emily? — avanzó, empujándola esos 50 centímetros que estaban ante la pared más cercana, sintió esa ira recorrer su espalda. — ¿Acaso pretendes gritar que tu marido no te coge? — la cargó desde los muslos, su punto de apoyo era la pared, y haber obligado a la rubia a rodear su cadera con las piernas.

— No te he tocado porque no estoy, Emily. ¿Tengo que enseñarte como ser una zorra obediente y callada, otra vez? — se fue directo a sus labios, besándole de una manera quizá tosca en principio, pero dejándose ir por el lado apasionado más que por el de su enojo eterno.
—C-Cómo se te ocurre que saldría con... —se sacudió por completo, ambas manos usó para tapar su boca, porque el agudo sonido que salió de ahí había sido algo más que un grito de sorpresa o dolor.

—T-Te extraño, ¿sabes? Hace mucho que no me tocas... ¡y no te reclamo, n-no te enojes! Sé lo ocupado que estás, pero... pero... —sin saber cómo continuar, se abrazó al brazo de su marido, se aseguró que su fornido antebrazo quedara sepultado entre el volumen de su busto. Quizás eso lo explicaba del todo.
MarkWilliams · 36-40, M
— ¿Me gusta? Sí. ¿Puedes usarlo para salir? No. — le soltó un poco para darle una nalgada, fuerte. Seguramente dejaría los dedos marcados sobre esa pálida piel de su esposa.
—Aah, n-no, pero en el grupo de vecinas dijeron que... —se interrumpió, dio un sobresalto y un rubor le atacó. Puso las manos sobre los pectorales de su marido, mirando avergonzada a otro lado. —E-Entonces... ¿Te gusta?

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