A través de los siglos muchos cuestionaban la veracidad detrás de las moiras y sus hilos de vida; debatían ser muy particulares en su existencia, la complejidad de lo que implicaba tener la vida colgando de un hilo en manos de ancianas decrépitas con un pie en la tumba y el otro en la eternidad. En cierto nivel de mesura, tenían razón… Algunos hilos se extendían más allá del alcance de sus seniles visiones. Algunos hilos se alargaban hasta esconder su cabo entre los otros, acortando su estambre, tensando destinos y escapando a las tijeras.
Estos “errores” de la creación, ratas desangrándose en el engranaje de la vida, con frecuencia ocupaban coronas de todo tipo y las perdían con histórico escándalo. ¿Cuál de todos reyes exiliados, emperadores “momificados” o príncipes “desaparecidos” habré sido yo? Poco a poco el conocimiento volverá a mí, como un estornudo interrumpido. Hasta entonces, solo debo ser paciente. Escucho sonidos de las entrañas de la cueva: voces juveniles y entusiasmadas. Puedo oler la sabiduría en sus venas y escuchar como bombean sus corazones para mí… Ya es hora.
