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Cassandraa · F
No era como si nunca hubiese arremetido antes contra un par de ladronzuelos, oportunistas de callejón, con nada más que los puños desnudos y su ímpetu, sin embargo, aquellos dos sujetos, tan robustos como el viejo árbol de Janis Point, habían sido un blanco pesado que obligó a Cassandra a sacudir discretamente su mano derecha para desprenderse de la sensación; una corriente que le había atravesado el brazo desde los nudillos hasta el codo.
Lo próximo que Ekaterina vería, a pesar de todo, sería la enorme sonrisa de ancha victoria que se arrastró en los labios de la joven guardiana.
—Puedo olvidar la deuda si prometes que no habrá una tercera —repuso al instante, tendiéndole la misma mano que había dejado ya de aquejarle para ayudarla a ponerse de pie—. Estos festivales son entornos privilegiados para que los delincuentes trabajen en su “oficio”.
Lo próximo que Ekaterina vería, a pesar de todo, sería la enorme sonrisa de ancha victoria que se arrastró en los labios de la joven guardiana.
—Puedo olvidar la deuda si prometes que no habrá una tercera —repuso al instante, tendiéndole la misma mano que había dejado ya de aquejarle para ayudarla a ponerse de pie—. Estos festivales son entornos privilegiados para que los delincuentes trabajen en su “oficio”.
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