—No le tomó ni dos segundos entender a qué se refería. Las orejas se le pusieron rojas y tuvo que evitar su mirada.— N-no me... N-n-no me... Me refiero a que...

Pero si te encanta que haga eso, ¿no? — Arqueó una ceja, cruzándose de brazos y susurrando de manera sugerente hacia ella. —

No, no es por eso... —No había entendido el punto hasta que llegó ese golpecito. Abrió los ojos como platos y se lanzó hacia su rostro, tomando sus mejillas.— ¡Siempre te comes mi parte!

Sé por qué es eso. — Se puso las manos en la cintura, triunfante por haber deducido su problema. — Tu mal presentimiento es porque temes que me haya comido el pan que dejaste en casa... Y sí, lo hice. — Le dio un golpecillo con la cadera, tratando de distraerla.—

¿Eh? —Solo aquel golpecito la hizo volver al presente.— Es... Es más un presentimiento que algo real. No me hagas caso. —Intentó sonreírle.—

¿Qué te tiene tan preocupada? — Da un pequeño golpecillo en si sien al pararse junto a ella. —