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— Ya estaba ahí, mirando a todos bailar como si ella estuviera en un tiempo distinto, uno más lento y los invitados fueran más rápido.
Si le preguntaban, no sabía cómo había llegado ahí, cómo es que se vistió y estaba como la muñequita que era lista para bailar la pieza más importante de la noche.

Ella no pensaba en otra cosa que no fuera Tessa.—
 
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No quiero que seas mi sirviente... —Articuló nerviosa, agachándose poco a poco. Llevó las manos a su rostro, tenía que admitir que aún con ese disfraz esos rasgos tan característicos de ella no se perdían en lo absoluto, como la manera tan peculiar de mirarse.—

Te amo, te amo con todo lo que soy, quiero una vida contigo, lado a lado. —Casi no podía hablar de una, porque contenía el llanto con todas sus fuerzas. Entonces la besó, demostrándole así lo feliz que estaba.

Sin embargo, la ilusión del momento fue aplastada cruelmente por la voz profunda y herida del soldado, que gruñó un desgarrador "¡Ekaterina!" como jamás ésta había escuchado.— Luka... —Su corazón se detuvo, aquella mirada tan penetrante y llena de rabia la heló aún más que la nieve.—
—No había manera de poner en palabras lo que estaba sintiendo. La punta de su nariz estaba helada, quizá roja al igual que rojas estaban sus orejas, sin embargo, esas estaban ardiendo... Era una muestra tangible de todo lo que ocurría interiormente en ella, todo un remolino de emociones que se estaba acumulando en sus ojos.

Obviamente empezó a llorar, encogiéndose un poco sobre sí misma, presa del frío y cautivada hasta lo más profundo.

Lo imaginó, claro que sí, una vida al lado de Tessa sonaba como todo lo que necesitaba para el resto de sus días. Sería difícil al inicio pero estaba dispuesta a renunciar a todo si podía despertar todas las mañanas junto a ella.—

¡O-oye! —Se puso más roja, semejante manera de bromear en un momento así.—
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Te ofrezco una vida tranquila en el campo, tendremos una vaca que te enseñaré a ordeñar. Eso de agarrar se te da muy bien. — Bromeó de una forma bastante grosera, sonriendo ladina. — Puede que no haya lujos, pero siempre tendrás pan en la mesa y mi amor incondicional. Te amo, Ekaterina. —

Su frente se pegó al dorso de su mano, soltando un suspiro y cerrando los ojos, manteniendo esa delicada extremidad entre sus dedos. — Sé que es muy egoísta pedirte que abandones todo esto, pero simplemente es que te necesito conmigo. Puedo ser su sirviente si así logro estar a tu lado lo que reste de mi miserable vida. Sin ti, no soy nada.

Tras hablar, permaneció en silencio, expectante de su respuesta, pues moría por dentro con cada segundo que pasaba.
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Al menos había salido de la boca de una de las dos, y aquello le aliviaba de sobremanera. — Vronski, qué tonterías dices. — Incluso la tensión se había ido, y ahora con más tranquilidad, ajustó el brazalete a su blanca muñeca, y puso una rodilla al frente sobre la nieve, y la contraria se mantuvo flexionada. — Si fuera a pedir matrimonio, estaría como estoy justo ahora.

Se giró por encima del hombro con rapidez, habría jurado escuchar un paso en la nieve, pero quizás eran solo los nervios de ese momento. — No puedo proponerte matrimonio porque simplemente no habrá nadie que acepte casarte conmigo, en cambio...
¿Me estás...? —En su garganta se quedaron atoradas las palabras, hechas un remolino de nervios y felicidad, aunque confusión por sobre todo. Tenía las manos juntas, apretándolas para encontrar fuerza y moverse.

Lenta y tímida, extendió la mano izquierda, no pudiendo ocultar la manera tan abrupta en que estaba temblando. Ya no sabía si era porque afuera hacía mucho frío, después de todo, estaba nevando suavemente para coronar el baile, o era porque al parecer, Tessa se saltaba de lleno las típicas flores en una declaración. Eso parecía compromiso.—

¿M-me estás pidiendo...? — ¿Y si no es eso? ¿Y si quedo como una tonta ilusionada? ¡Vamos, tú puedes! Ya está aquí, qué más da un pequeño tropezón si no es lo que crees. — ¿...matrimonio?
Fue... Doloroso, pero... Supongo que tenías motivos. —Era claro que el enojo se había ido, ya no tenía valor de echarle en cara nada, porque estaba demasiado feliz y aún nerviosa por tenerla de nuevo, sin embargo, dejaría en claro que no había sido para nada justo... O eso quería hasta que empezó a hablar.

Suspiró, no había manera en que pudiera resistirse a Tessa, un ligero tacto de sus manos y ya estaba rendida, su cuerpo sabía que si la acercaba así, venía un ataque de besos y... Si no fuera porque volvieron a separarse un poco, su mente se hubiera nublado.—

¿T-Tessa? —El pulso se le disparó hasta el cielo, las manos le temblaron y no supo qué hacer cuando vio aquella cajita. Respiró hondo, mordiéndose los labios con la ansiedad a flor de piel... No era un anillo pero... ¡¿Pero qué estaba haciendo, qué era todo eso?! ¿Le estaba...? Dios mío...—
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— Ekaterina, no sé qué me hiciste que no puedo dejar de pensar en ti. En tu piel... — La tomó de la mano y la volvió a acercar a ella, con la diestra en la espalda baja y la otra jugando con su cabello. — En tu cabello, en tus labios... — Bajó su rostro junto a su oreja, para susurrarle cerca. — En el sonido de tu voz llamándome cuando estás conmigo... Extraño todo eso, Vronski. — Soltó su cabello y llevó una mano hacia el bolsillo de su pantalón.

— Y por eso... — Sacó una caja pequeña, la cual abrió y en ella había un brazalete. Si bien no era el más caro de todos, no tenía diamantes ni piedras preciosas, solo un brazalete de plata. Tragó saliva como nunca, tenía la garganta seca y los labios por igual los cuales se relamió un par de veces.

— Por eso yo... — Era la primera vez que vacilaba, que tartamudeaba y tenía el rostro enrojecido. — Sé que no tengo mucho que ofrecerte pero... Ekaterina...
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Su pequeño desfogue le hizo retroceder un paso, Ekaterina estaba hecha un manojo de emociones y no sabía muy bien cómo reaccionar. No estaba acostumbrada a nada que no fueran nervios y suspiros.

Sin pensarlo la atrapó entre sus brazos, de nuevo ese calor que tanto había extrañado. Que tanto anhelaba sentir de nuevo. Incluso olió su cabello, siempre con ese aroma a flores.

— Bueno... — Se pasó una mano por el cuello, no sabía por dónde empezar. — Sé que debes estar molesta conmigo. Me fui sin decirte nada y sin mayor explicación, lo siento mucho. — Se llevó ambas manos a la cintura, bajando la mirada al suelo.
—Ya no había una voz en su cabeza que la detuviera, que le dijera "no seas dramática", así que se entregó al impulso de abrazarla, necesitaba tanto estar cerca de ella, casi tanto como respirar.

Respiró el perfume que traía, riendo un poco, se había tomado muy bien su papel de ser un chico que olía como todo un caballero.

Lentamente se alejó, mordiéndose los labios y humecediéndolos.— Perdona... Ahora dime, antes de que empiecen a buscarme, ¿qué querías decirme? —Ni si quiera reparó en reclamarle por haber desaparecido, ella estaba feliz de verla ahí, era lo que necesitaba.—
—Literalmente, arrastró a Tessa por los pasillos, sin mirar atrás, sin deterse, quería llegar al único sitio en la mansión donde estarían tranquilas: los jardines de su padre. Que en realidad pertenecían a su mamá, pero eso era entrar en detalles.

Estaba tan molesta que no se detuvo cuando oyó su nombre la primera vez, se calmó únicamente al dejar de escuchar la música y saberse solas. Se agachó y ahogó un gritito, necesitaba sacar la frustración de alguna manera.
Tessa la hacía sentir muchas cosas y en gran cantidad, a veces hasta se asustaba, porqur no se reconocía así, mucho menos con ese arrebato de celos.—

Tú... —Al fin se volvió para mirarla, sonriendo con los nervios a flor de piel.— Me estás volviendo loca.

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