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Las cosquillas se hicieron menos frecuentes, pero no podía dejarlo del todo. Le encanta como se ríe. Es demasiado adorable. — ¡Si tienes hambre vamos al cuarto que me encargo de ti! — Le rodeó con sus musculosos brazos y la cargó en un abrazo de oso. Llevándosela lejos de la cocina hasta donde pueda darle de comer otra cosa.
 
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