111º Fahrenheit, el dolor ardiente del sedar de su piel daba roces con el dolor, el estado donde la piel humana empieza a recibir la molestia del actuar natural sobre el carbono; aumento, como huracán en el océano la temperatura inicio su estado de llama, 118, 131, 140, 162, 212… Esos números volvieron en su cabeza como un reloj descompuesto, reiniciando el proceso del pensamiento tal como si se tratase de una máquina, un ser que habría sido creado para la opción del despliegue sobre las fauces. Mantenía su pensamiento estable, sus números recorrieron como cuerdas flojas hasta que su tacto volvió a las realidades, el cerebro humano reconecto sus nervios y así su cuerpo acerco el toque del dolor que producía ese calor, por suerte no era suficiente para llegar al grado uno. La luz pulverizó sus ojos para cuando atravesó sus retinas después del corrido de sus parpados, ya tenía sentido su estado.