—… Claro que no. —Por mucho que fuese un cascaron duro que mascar, con las debidas personas siempre terminaba resintiendo el presentar tanto de si mismo. Podría ser dolor o incomodidad, sin embargo, era claro que, como hombre, había sido atrapado a la mitad de su desconocimiento de sus sentimientos. ¿Lo hacía por necesidad de algo? ¿Por alguna razón, objetivo, en específico? ¿O solo era curiosidad sincera? —Personas mi “familia” que simplemente no me dejan en paz. No ignoré tu ayuda, solo es preferible mantenerlo entre “familia”. No pensé que fuese necesario.

—Si tanto fastidio te da, dudo que sea sólo una persona muy “incómoda”— Con la corbata ya en su sitio, aprovechó esa cercanía que había ganado para escabullirse a su oído, y dejar ahí el resto de las palabras que quería pronunciar. —Ignoraste mi ayuda, ¿por qué?— Inquirió en susurro, sonriente y curiosa, quería ahondar más, después de todo cualquier persona que colocara al Edwin que ella conocía en ese estado despertaba interés.

—... —Podía fingir su sorpresa, una emoción que no esperaba obtener de la mujer a su lado. Primera vez que la veía preocupada sinceramente por otra situación exceptuando a la personal; de su parte, solo se dedicó a seguir su mirada. — Una persona muy incómoda ha aparecido a los alrededores; la verdad, no me trae buenos recuerdos.

—Llevo poco tiempo contigo, se me dificulta leerte; pero hay situaciones como esta donde tu rostro te delata. ¿Qué es lo que pasa? — Se aventuró a preguntar, pero no esperaba una respuesta concreta de su parte. Entre eso, guio las manos hacia su corbata para acomodarla. —¿Sabes? Yo podría ser de ayuda.

—¿Tan notable es? —No esperaba la llegada oportuna de la mujer.

—¿No te están saliendo las cosas cómo esperabas? —