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Quizá ya lo sabía, pero uno siempre encuentra negación. Sabes acerca de nosotros.. Los lobos, no me parece tan extraño ahora, sabiendo que eres un algo...

— No había mayor asombro en ella, pero podía comprender que trataba con un ser nuevo ante sus ojos y sus sentidos. Se acercó, al menos un poco más solo para querer detallar mejor el perfil en su rostro. Como toda depredadora curiosa, elevó la mano para sentir la piel de su cara, comprobar la calidez en sí, o ver si existía algo humano en él. No le importaba el rechazo directo, pues así actuaba ella, inadvertida de las consecuencias.—

¿Qué eres Edwin?...
— Aún después de verlo, de tratar de conocer su aroma y escucharlo hablar, reconocía las señales, esas de que tal vez podría ser a quien anhelaba ver. Las palabras que vinieron después, hicieron ruido en su mente, había cometido un error, uno tal vez fatal, al confundir ese aroma con uno de los suyos. No hubo decepción en ella, en cambio sus dudas ahora se transformaron en intriga por él, por esa deformidad de la que hablaba.—

Lo entiendo. — Dijo seria, pero en calma. La tensión se había ido. Ahora ante sus ojos, había hallado otro ser, otra especie, otra conciencia más que respira en la inmundicia de ese mundo.—
El aroma que emitía, seguro, era por el parasito/artefacto que punzaba en su ojo derecho desde su establecimiento como “mercenario”. Un ser de vida que a veces se comunica, a veces solo calla, y le ayuda ver la naturaleza de las personas por medio de su alma; eso, claro, deformando la propia de su forma. Solo era un humano deformado al placer de un monstro aún mayor.

—He visto mucho de ustedes. —La esperanza, al menos, no tenía que morir. —Hay oportunidad que uno de ellos sea de tu… “manada”. —Aun no entendía esa última parte, aunque no le ponía mucha cabeza.
Pronto reconoció el colorado de esos ojos llenos de esperanza, incluso un terror de lo que hablaba por si misma. Edwin no tendía mucho a la empatía, le era muy complicado por su trabajo, pero apenas observó esos ojos, sabía muy bien que se trataba de una mujer perdida, o en búsqueda de lo que habrá perdido en el pasado. Por un segundo pensó bien su respuesta, incluso buscó sobre los registros el pintar de un nuevo sobre una sanidad estable. Estableció bien su mirada, tomo seria la situación y dejo que sus trazos volvieran de nuevo a la tranquilidad.

—Edwin. —Con claridad, no veía mentiras en sus ojos, no tenía por qué hacerlo él. —Tu clan… Lo siento, creo que hablamos distintas bestias. Yo soy una deformación.
— Se mordió el labio, no quería decepcionarse así misma, quería creer al menos que se había encontrado con un conocido de su manada.—
— Las señales que percibia ella no se trataba exactamente de un olor específico, bueno o malo, fresco o sucio, descartaba todas esos indicios. Negó al inicio con una sonrisa espontánea y se acercó un poco más, lo suficiente para obtener más de ese aroma en sus fosas nasales. Respiró lento, después de todo la respuesta estaba ahí, al menos las palabras salieron de su boca, sugiriendo una pequeña coincidencia que provocaría un acercamiento más certero en ella.—

Podría decir lo mismo, solo carne y huesos hecha humana...— Notó el cambió en su expresión, el iris cambiante de sus ojos y la duda que generaba con su pregunta. Olfateó de nuevo esa aroma, aunque más allá de la simpleza de un olor en concreto, la fémina solo buscaba conocer el significado trás su respuesta, ¿Eran iguales?, ¿Podría ser él a quien deseaba hallar?...se quedó tensa. — pero... Soy Rebecca Dómine, solo quiero saber si recuerdas el clan o solo eres...
¿De que se trataba esto? Sus señales de alerta vibraron de adrenalina, hasta la llegada del último instante, "aroma" le desvío de sus casillas. Relajo, su ojo derecho, antes obscuro, brillo de un dorado durante varios segundos en búsqueda de situaciones complicadas con la muchacha; nada. No se trataba de un siervo de Padre, y dudaba tan siquiera que los otros dos se interesaran por su ubicación. No obstante, algo de igual manera, curioso, se dibujaba en el alma de la muchacha. Frenó todo intento de defensa, por el momento.

—¿A... Aroma? ¿Te refieres a que... huelo mal...? Solo soy un nómada cualquiera. —Paso de un rostro serio a, bueno, confundido. Era toda una montaña rusa esto. —... Supongo que es una posibilidad. —Almas deformes, igual que la suya. Descartar la posibilidad no era algo a hacer, ahora. —¿Quién eres?
— Ciertamente esas palabras se repitieron en su mente dos, hasta tres veces. Para ella era un simple desconocido, pero uno con rasgos llamativos a todos sus sentidos, aún no entendía la razón pero la respuesta estaba ahí, ¿Acaso ya había percibido su naturaleza?, le resultaba incluso más intrigante el poder averiguarlo.—

¿Qué eres?, tienes un aroma peculiar, algo que me atrae. — Pasó a tutearlo enseguida. Ser directa funcionaba más con ella, pues ser totalmente educada no era su rasgo más notorio. Se le acercó con parsimonia, cuidando sus pasos, aunque atenta de cualquier movimiento ajeno.—

Eres también como yo, ¿Lo eres?
Su objetivo jamás fue entablar el presente con alguien en particular; suponía, pues, que llegados a ese punto la salida estaba más distante de lo normal. Observó de reojo a la mujer, haciendo su primer análisis, rebuscando con tal de presenciar si está mujer era parte de sus buscadores, o solo una coincidencia.

—La compasión no funciona entre bestias. —Ahora mismo, obvio, estaban en una situación comprometedora. —Al menos aquí, no hay razón para ella.
— Más allá de la multitud, entre miles de personas, entre miles de caras y expresiones que divisa, sus ojos miran al vacío de esos azabaches que parecen capturar su atención. Su olfato la lleva hasta un ser interesante, o quizá la amargura en esos ojos la traerá desgracia.—

No hay una pizca de compasión en ellos. En sus ojos.

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