—Si conocéis las costumbres sabéis perfectamente que Asmodeo no le hace ofrendas a nadie, no soy un mortal ni sigo el credo de alguien como para que ese sea el caso.
Enunció con calma mientras ladeaba su rostro y sonreía con serenidad, la voz era serena, varonil pero extrañamente sedosa, mientras se acercaba a pesar de la aparente hostilidad.
—El hecho de que he anunciado mi llegada quiere decir que mi visita es justamente de ese carácter, mis enemigos no suelen tener semejante ventaja, pero aún así para recalcar justamente mi deseo, os he traído un exquisito vino de Nessus para compartir. Quizá no sea un hombre de ofrendas pero... Nunca dejaría una conversación sin un deleite al paladar.
«…» Conozco las costumbres de nuestra especie, ¿cómo me vas a convencer que tu visita sólo tiene carácter amistoso? ¿Trajiste algún regalo para mí? ¿Quizás una ofrenda?
Uhm. No. En realidad no te lo permito; desconfío de ti. —Yacía echada entre la hojarasca, en lo que parecía un pequeño asentamiento hecho con almohadones y un narguilé encendido. Respecto a ella, parecía un felino vigilando todos sus flancos, aguardando atacar por su sobrada desconfianza.— «…»
¿Es a caso que un viejo diablo de Nessus no puede pasearse por allí para una visita social? Aunque algunos no puedan creerlo, no todo lo que hago tiene que ver con maquinaciones maquiavelicas.
Asmodeus... Dime que no es una visita de control o vigía. Recuerda que las criaturas de mi tipo somos territoriales. La naturaleza en estos alrededores responde a mi mando y mi flujo. ¿Qué vienes buscando?
