—¿Y le vas a decir a dónde me llevaste? Imagina su cara si lo supiera.— No pudo evitar una sonrisa en sus labios. Los recuerdos de la noche la invadieron, hicieron que su cuerpo se estremeciera ligeramente. Sensaciones tan intensas que deseaba que no cesaran jamás, pero las horas habían pasado con una inusual rapidez en un momento que Edelgard deseaba congelar para siempre. —Ven...— Se acomodó de costado, tomando la tela de la capa para alcanzar a cubrir a su maestra tanto como podía y su cuerpo se apegó a ella, brindándole su calor. —¿Y si nos quedamos aquí todo el día?...— Aunque sabía que eso era prácticamente imposible, parecía nada más que una niña caprichosa negándose a abandonar los brazos que tanta paz le daban.