—¿Y le vas a decir a dónde me llevaste? Imagina su cara si lo supiera.— No pudo evitar una sonrisa en sus labios. Los recuerdos de la noche la invadieron, hicieron que su cuerpo se estremeciera ligeramente. Sensaciones tan intensas que deseaba que no cesaran jamás, pero las horas habían pasado con una inusual rapidez en un momento que Edelgard deseaba congelar para siempre. —Ven...— Se acomodó de costado, tomando la tela de la capa para alcanzar a cubrir a su maestra tanto como podía y su cuerpo se apegó a ella, brindándole su calor. —¿Y si nos quedamos aquí todo el día?...— Aunque sabía que eso era prácticamente imposible, parecía nada más que una niña caprichosa negándose a abandonar los brazos que tanta paz le daban.
Un escape nocturno para poder dar rienda suelta a lo que al finalizar la guerra la antigua mercenaria profesó a la emperatriz, amor, la promesa de una vida juntas. Sin embargo eso parecía tener que esperar pues los deberes, los cuales podrían llamar Hubert se negaba a aceptar la decisión de la Emperatriz y sobre todo, se negaba a dejarla por un momento a solas con Byleth. Se movió un poco para dejarla tomar asiento, sonrió ladina y apoyó ambas manos sobre el colchón. — Apuesto a que deseará interrogarme para saber a qué lugar te lleve anoche. — se recostó a su lado y bostezo. —Cansancio... — confesó, negándose a abrir sus ojos nuevamente.
Sus labios se entreabrieron para dejar escapar un suave bostezo y con el dorso de su mano frotó un poco sus ojos. Era una mañana agradable, aún más despertar con la hermosa visión del rostro de la mujer que había cambiado por completo su vida, y la de su gente, y que había traído la paz a Fódlan como si fuera alguna clase de Diosa.
Pero también había algo más. Frío. En su somnolencia no había caído en cuenta de que seguía completamente desnuda. Sus mejillas se encendieron y en un rápido movimiento trató de cubrir su cuerpo lo más que pudo, al sentarse sobre la cama y echarse encima la capa de su maestra que estaba debajo de ella.
—El sol se está alzando ya. Hubert debe estar desesperado buscándome.— Dijo con cierta complicidad. A nadie le había informado en donde pasaría la noche. Una habitación que no pertenecía a nadie, en la que pudieran estar tranquilas.
Se había despertado primero que ella, se alistó dejándola descansar lo suficiente por lo que ante su pregunta solamente asintió inclinándose para acariciar su mejilla asegurándose de apartar un par de cabellos. — Lo suficiente para un buen descanso, no demasiado para tus responsabilidades. —
Apenas abrió los ojos su mirada se encontró con la de su maestra. La observó por unos momentos y después la apartó, sin poder ocultar sus mejillas enrojecidas. —¿Ya es tarde?...— Dijo un tanto adormilada.
