Sus labios se entreabrieron para dejar escapar un suave bostezo y con el dorso de su mano frotó un poco sus ojos. Era una mañana agradable, aún más despertar con la hermosa visión del rostro de la mujer que había cambiado por completo su vida, y la de su gente, y que había traído la paz a Fódlan como si fuera alguna clase de Diosa.

Pero también había algo más. Frío. En su somnolencia no había caído en cuenta de que seguía completamente desnuda. Sus mejillas se encendieron y en un rápido movimiento trató de cubrir su cuerpo lo más que pudo, al sentarse sobre la cama y echarse encima la capa de su maestra que estaba debajo de ella.

—El sol se está alzando ya. Hubert debe estar desesperado buscándome.— Dijo con cierta complicidad. A nadie le había informado en donde pasaría la noche. Una habitación que no pertenecía a nadie, en la que pudieran estar tranquilas.