Entendía perfectamente a lo que se refería, esta vez luchaba para ella como su espada y escudo, no únicamente era su profesora. Respiró profundamente y se hizo un lugar a su lado para cubrirla con las sábanas y hacer ella lo mismo, la atrajo para permitirle descansar su cabeza sobre su hombro y acarició su espalda teniendo cuidado de no lastimar las heridas que apenas sanaban. —Pero si mueres en la batalla, habrán sacrificado tanto para nada. Permiteme al menos ir al frente, defenderte y asegurar tu batalla impidiendo que sufras tanto daño.
Se mantenía ligeramente recargada contra el cuerpo de su maestra, que le brindaba calor en aquélla noche helada a pesar del fuego que crepitaba en la chimenea de su habitación. ¿Acaso los días fríos eran una premonición de las desgracias que podían ocurrir si seguía adelante?... Se recriminó. No debía pensar de ese modo ni perder el enfoque.
—Byleth...— Murmuró su nombre antes de dejar escapar un suspiro. —¿Qué clase de líder sería si me escondo detrás de mi ejército?— Cerró los párpados, el dolor de sus heridas punzaba como si aún pudiera sentir el frío metal contra su carne. —Debo marchar frente a ellos. Deben ver a su Emperatriz en el campo de batalla.
Había brindado las atenciones necesarias para sus heridas, colocó su capa para cubrirla del viento frío que invadía la habitación y permaneció a su lado sosteniendola. —¿Crees que lograrás lo que quieres si te sucede algo en el campo de batalla?. — Su cuestión fue en un tono tranquilo pero no menos estricto, la estaba reprendiendo. —Debes tener cuidado... Edelgard. No puedes ponerte en peligro de esa manera.
