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Caminó junto a Dimitri detrás de la maestra y a pesar de su estoica personalidad, el rostro de Edelgard era incapaz de ocultar la preocupación que sentía por ella. ¿No eran demasiado frecuentes esos dolores de cabeza?... De reojo miró al príncipe antes de que la antigua mercenaria le cediera el paso al interior de la habitación. Quizás podría hablar con él al respecto cuando ella durmiera. —Solo es una idea, pero, Petra podría preparar algo para ayudarte a dormir mejor. He sabido que en Brigid tienen numerosas e interesantes recetas con plantas medicinales.
 
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Una vez ambas entraron en la habitación, hizo lo mismo, pero se mantuvo más cerca de la salida para cumplir esa pequeña promesa de cederle la primer guardia a Edelgard. Cruzó los brazos en una actitud firme y su mirada se dirigió entonces a su profesora, podía notar lo molesto que resultaba aquel malestar. Apartó entonces la mirada, con pesar y terminó por negar.— Permaneceremos aquí, fuera, como hemos prometido, maestra. Será más sencillo que uno de nosotros le lleve con la profesora Manuela o vaya a buscarle en su lugar. —Entonces llevó su mirada a Edelgard, no sólo había que rendirse por un momento de esos constantes choques y batallas algo absurdas, debían unir fuerzas por un bien común.— Creo que estamos de acuerdo en que esta es la mejor decisión, ¿cierto, Edel?
 
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