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LAs1550684 · 36-40, F
Le lanzó la cuerda hacia el trasero como si se tratase de un látigo, rápido y eficaz.

—Eres tu propia conspiración, Edward.

Iba a hacer de las suyas otra vez pero la invitación le pudo mucho más. Se fue derechito tras el paso de Helena para saciar su intriga. Ah, pero no olvidó la cuerda del arpa; quizás la necesitaría después.

—¿Anécdota, dices? Quisiera oírla.
 
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