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EB1564625 · 26-30, F
El señor Bennet prestaba más atención al sabor del café que a lo que su parlanchina mujer recitaba; sus hijas, por otra parte, tomaban el desayuno con calma, ya habituadas al razonamiento absurdo de su madre, e incluso apoyándole en algunas de sus extrañas ideas matrimoniales. ¿Qué mujer joven y de fresca belleza no quisiera pasar el resto de su vida al lado de un hombre de extraordinaria riqueza? Podrían olvidarse de los quehaceres comunes e intercambiar la escoba por carruajes. Elizabeth, pese a que provocaba altercados verbales (donde no medía el filo de su lengua) con su madre, veía muy lejano el casamiento.
Fue la misma urgencia de no escuchar más a su madre lo que aceleró sus bocados y terminó pronto de desayunar. Se levantó de la mesa, besó la frente de su padre y, a sabiendas de que su madre pediría compasión por sus nervios, se retiró ignorándola.
{...}
Fue la misma urgencia de no escuchar más a su madre lo que aceleró sus bocados y terminó pronto de desayunar. Se levantó de la mesa, besó la frente de su padre y, a sabiendas de que su madre pediría compasión por sus nervios, se retiró ignorándola.
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