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H I S T O R I A

La existencia eterna de un demonio los condenaba a vivir en cada etapa de la tierra. Eliam había escapado hacía muchísimo tiempo del averno con todo el oro que le robó a Satanás, quién después de que Eliam huyó a la tierra lo declaró muerto para él. Quedó expuesto a que algún Ángel intentara asesinarlo, pero sobrevivió durante ya dos siglos en la tierra, no es su nombre real, pero fue el que adoptó cuando subió. La apariencia ha variado desde que ascendió, aún tiene sus poderes, a pesar de no usarlos. Los humanos no podrían detectar quién es, solo se aparece cada cierto tiempo como un “hombre de sociedad” o un tipo de barrio bajo. Tiene casas y lugares alrededor del mundo, todo eso para poder mudarse y empezar de nuevo, la memoria de la gente era de corto plazo.

Una vez tuvo un hermano que era su cómplice y mejor amigo. Pero en algún punto se perdieron en el sendero de la tierra y jamás se encontraron otra vez. También tuvo una novia que amó mucho y a la cual perdió de la misma manera, así el mundo se hizo un poco más grande, en su habitación. Pero era momento de salir otra vez.

Cuándo la sed es más grande que el amor


Los labios de Rose eran la cosa más dulce que probó jamás, tan inquietantes y pasionales como solo ella podía ser, la mujer de cabello tan castaño como las hojas secas del invierno. Recorrer su cuerpo noche a noche era su único motivo en la vida. Conocía el camino de lunares que le adornaban las piernas mejor que su propio cuerpo.

Las luces de las lámparas le hacían ver más hermosa, como si el fuego se apoderara de su piel. Y ella lo aceptó tal como era, sin pedirle unirse a él, tampoco es que él fuese a hacerle daño.

Hasta que una noche, mientras lo llevaba al éxtasis, entre estocada y estocada de placer, de esas que le hacían jadear el nombre de su Rose, solo que, mientras le besaba el cuello, el aroma le embriagó, la mujer le suplicó que la mordiera. Una vez que clavó los colmillos sobre su cuello, el elixir rojo empezó a brotar, el sabor ferroso normal de la sangre se mezclaba con una dulzura extrema, era la mejor sangre que había probado jamás, nada, nada se comparaba con Rose, y solo probó la sangre, no tenía que beberla, no era necesario.


Pero cuando terminó, Rose ya no respiraba. Hasta ese momento cayó en cuenta de su cuerpo peleando bajo el de él, y mientras él tocaba el cielo con la eyaculación, su pobre Rose perdía la vida en el acto de amor más puro.

Ya no habría Rose para ver el amanecer.

Lo peor de todo, Eliam no se sentía culpable.