¿Desde cuando tanta certeza? —Mencionó al notar su siempre sincera seguridad al hablar. Rhaamael se mostró relajado, interesado en lo que ella parecía asegurar. Elevó sus hombros, como si estuviese hablando de algo tan simple que ni falta hacía decirlo— ¿Dudabas, acaso? La gente de tu tierra siempre necesita pruebas para todo, pero más prueba es que el viento te traiga aquí de nuevo.

— No te preocupes, así ha sido y así será. — Se relajó cuando la mano ajena se apoyó sobre su mejilla. Frotó la misma con cuidado sobre la palma, antes de lanzarle su mirada de nueva cuenta. — Espero que el sentimiento sea mutuo, es decir... Que sigas considerándome como siempre. — Sonrió a medias.

No sería yo si no lo hiciera. —Confesó con aquella misma sonrisa, y un gesto de lo más sincero para él, incluso al ser chocado. Él insistía en verle, al menos de soslayo, mientras se volvía a poner en su postura más rigida. Fue Rhaamael quién elevó su mano, y que buscó apoyarla en la mejilla contraria, solamente para, con la punta de sus dedos, dejar una pequeña presencia cálida– Probablemente así sea, pero de todas maneras, lo agradezco. De otra forma no me soportarías, y aunque no lo parezca, le ruego al viento que así sea siempre.

— Aprovechándote de un momento de debilidad para decirme cabeza dura, ¿huh? —
Apretó ligeramente el entrecejo fingiendo molestia que desató en un ligero empujón al irse acercando y chocarse a propósito brazo con brazo. Simplemente dejó un suspiro salir antes de mirarle de reojo.

— Quizá muy en el fondo, lo soy.

Hay. —Y se diferenció de lo que ella decía. Rhaamael pareció entonar con más seriedad esas palabras, a diferencia del rítmico sonido de su jocosa actitud– Pero no eres un animal ni un insecto. Moldeaste tu actitud y tu forma de ser como se forja una espada, pero eres más que eso.

La Einar que conozco es en el fondo pasional aunque firme como la brisa del bosque. Y muy, muy, muy...—Elevó sus hombros para hacer mover su larga trenza blanca, y un mechón cubrió parte de su frente, así como la frontera de su propio ojo— Muy cabeza dura.

– Había. – Añadió casi enseguida, su diestra fue a parar a su propio antebrazo izquierdo. Su mirada volvió a desviarse al frente una vez su cuerpo se rotó hacia la misma dirección.

– Las personas cambian, es natural supongo. Es como ver animales o insectos mudar de piel, nos deshacemos de algunas cosas que nos caracterizaban pero otras se quedan y hacen parecer que nada ha cambiado realmente. – Se encogió ligeramente de hombros.

– O quizá sólo estoy divagando.

Otra cosa. Hay en el fondo alguien igual de pasional y de impredecible. Eso creo. –Lejos de exhalar una sabiduría que carecía, se dejaba llevar por por sus sensaciones, casi siempre más avispadas que él. Rhaamael le soltó, y puso sus brazos detrás de su propia espalda para así balancearse hacía adelante— Solo te observo.

— ¿Otra cosa? — Se quedó en silencio por unos segundos meditando su última oración, el dedo índice que enroscaba sus cabellos suavemente fue soltando las hebras cruzando miradas. La suya por supuesto, siempre curiosa por la forma inusual con la que éste se expresaba, o sabia mejor dicho.

— Siempre me dejas intrigada, pareciera que sabes más de mí que yo misma.

Aja...—Le dejó continuar con el pequeño jaleo hacía su cabello, más Rhaamael alzó sus ojos bajo el flujo enérgicamente dotados del dorado fulgor, casi felinos al verla— Cuando te conocí los vientos te trajeron, y hacían mover tus cabellos. Y ¡Ah! Lo fuerte que te lo atas para que no se muevan pero aún así no hay forma de que puedas ocultar tu esencia, por más rectitud que tengas, tu hermosa alma pide otra cosa.

— ¿En mí? — Enarcó una ceja sin forcejear al verse sujeta por la muñeca. Solamente esbozó una sonrisa, realmente deseaba escuchar que tenía que decir esta vez para ella.

— Explícate, Rhaamael.