Desde su lugar observó toda la inspección con sus labios a medio fruncir y sus brazos apoyados de las rodillas permaneciendo aún en cuclillas. Le alivió saber que había causado un efecto positivo con su comentario, y por ello soltó la pesadez del momento al exhalar por la nariz. Ahí partía Euclides, quien se mantuvo sobrevolando en el área para después ir a dar a una de las ramas de los árboles alrededor. Su mirada ahora iba al varón de pie a distancia.
— Aún me debes algo bueno de beber, y ya que hablaste de comer algo... Bueno, tienes doble compromiso.
—Soy todo un genio.— Declara cuando el ave por fin cae en la trampa. Espera a que se termine la comida para tomarla entre sus dos manos cuidando de no lastimarla. Una vez hecho eso, la examina como si revisara un producto común y niega con el lento movimiento de su rostro.
—Tienes razón. Está muy flacucha para mi.— Y luego de tanto escándalo, mueve sus brazos y lo libera para que haga lo que desee. Se sacude las manos para quitarse las migajas de pan.
— No creo que logres satisfacer tu estómago con su cuerpo tan pequeñito... — Enarcó una ceja mirándolo de nuevo con mala cara, dejó las manos sobre sus piernas al colocarse de cuclillas y seguir silbando para atraer su atención. Aunque, evidentemente unos silbidos por encima de trozos de pan tenían a su ganador de antemano. El ave enseguida a brincoteos se acercó a donde la comida le llamaba, ahí picaba el pan que se le había tendido inocentemente. La rubia estaba llena de rabia.
— ¡Eso es trampa!— Entrecerró su mirada al recitarle con odio, le habían cambiado por simples trozos de pan. (?)
— Los granjeros tienen vacas, gallinas y otros más. Los crían y se los comen. Es algo natural.— Se pone lentes de lujo, donde se refleja una luz cuando termina de dar su explicación.
— Ahora sí, ven acá Euclides. Te llevaré con otras palomas con unas alotas y buen pecho.— Mueve las cejas para convencer a dicha ave. Incluso se agacha y extiende su mano con los pedazos de pan servidos en la palma.
— Dijiste que querías comértelo, ¿quién en su sano juicio querría comerse a su mascota? — Bajó la vista hacia el ave, y la dejó despacio sobre el suelo.
— Está bien, que decida Euclides. — Dicho esto tomó su respectiva distancia al retroceder, casi se mordía los labios al ver que permanecía ahí en medio. Decidió silbarle para atraer su atención. (?)
— ¿Por qué andarías por ahí cargando con su acta de nacimiento?, además de que ni siquiera me dejaste leer. — Y sí, realmente había mostrado el papel muy rápido. Con mayor recelo escondía al ave entre sus manos, probablemente la estaba asfixiando. (?)
—Es mío. Tengo hasta su acta de nacimiento.— Muestra un papel con letras pero lo esconde antes que ella lo lea. —Así que devuélveme a mi ave.— Nuevo plan, hacerse la visktima (?)
— ¿Euclides? — Repasó despacio el dedo por la cabeza del pájaro y pasó a cubrirle el cuerpo con sus manos para alzarlo. — No voy a quedarme con él, no puedo cuidarlo... Pero tampoco voy a dejar que te lo comas. — Le devuelve la mirada con odio. (?)
