— ¿Cuál es la diferencia? — Se anticipó a hablar, puesto que el comportamiento del hijo del viento cada vez parecía más preocupante aunque en el sentido meramente de sus actitudes enérgicas. No era que no le agradase, diría que era necesario en la balanza entre su propia amargura y los aires alegres que este arrojaba. Jamás pensó que el azúcar sería el combustible de aquel motor, y probablemente había ''echado de más''.

Ahí lo tenía restregándose cual mascota buscando atención de su dueño, realmente su piel estaba entibiecida.
— Recuérdame no darte azúcar tan seguido, sólo mírate. — Suavemente palpó ambas mejillas hundiendo las yemas de sus dedos bajo su mandíbula.
— Quizá con agua fría en el rostro se pase.