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𝐑𝐨𝐥 𝐩𝐫𝐢𝐯𝐚𝐝𝐨
𝐂𝐨𝐧: 𝐂𝐚𝐥𝐢𝐛𝐚𝐧
 
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C1572116 · 100+, M
De espada ausente, abrazado por la tierra y magullado, chocaba con la mirada directa y sin vacile, presto de mente y sentidos. Estaba receloso por las intenciones ajenas, y confiado del escaso coste de su nombre.

C1572116 · 100+, M
no, el alma perdía su valor. Carecía importancia lo más grande y pequeño como lo era la vida. Afín o no ante esta filosofía, se reducía a las cuestiones más irrelevantes.

Escuchar voces humanas era una necesidad que se iba desnudando con mesura, que a más tiempo pasa, más se halla de ésta en su naturaleza verdadera y se desea. Era, de una manera retorcida, humano. Pero la cordura del cazador no se ve mecida por tales angustias, a menos se vea privado de la misma esencia que otras criaturas contribuyen en los ciclos vitales. Y la acogida de una voz femenina era, redundantemente, bienvenida.

—¿Quién?...—sus ojos rodaron en dirección a aquella dulzona melodía. Días sin ser interrumpido el silencio se tomaban rutinarios demasiado deprisa, y los oídos se tornaban sensibles a las voces humanas. —Caliban.

Respondió como un golpe seco, carente de la brillantez que guardaba Haggen Voz-De-Trueno. [...]
C1572116 · 100+, M
La niebla de la mañana descendiente de las cúspides de las montañas había interferido en su paso horas atrás. Su compañero de cacerías y batallas acabó consumido por la calígine de la misma manera que las sombras sin nombre ni rostro se fundieron bajo las columnas del humo, hediondo de muerte, en el camino de sus pisadas sobre la tierra húmeda de lluvia y rocío.

Las escleróticas escocían, atentando con derretirse y fundirse con las lágrimas que con la molestia acompañaban. Días sin dormir, sin dar tregua a sus pies. Las locuras del Hombre acechan como furias sedientas de venganza, a lo que Caliban parecía ignorar como un mero trozo de carne, un sin alma. Admirado y temido por igual, se había evaporado como cientos y miles más, arrastrados por una muerte desconocida o por cobardía labrada para desertar.

Fuera una, o la otra, implicaba directa traición al rey y por tanto, un grave crimen contra la máxima autoridad y la sociedad. Si no se moría sirviendo como un héroe, muerto o [.
E1572788 · F
Avanzó con sigilo para poder encarar al extraño antes de decidir darle muerte, el viento frío sopló por sus cabellos y levantó algunas hojas secas como si quisiera ayudarla en la tarea cubriendo con el ruido cualquier sonido de pisadas; no fue hasta que se hallaba a pocos metros de su costado que pudo ver un perfil conocido y, ciertamente, desconcertante.

—¿Haggen Voz-De-Trueno? —preguntó, delatando así su posición. ¡Era imposible! Ella misma había guiado a tan excelente combatiente al Valhalla tras años de amistad. Sin embargo, no podía ignorar que el parecido era enorme, como dos gotas de agua, ¿cuál era la probabilidad de que tuviese algún gemelo que nunca le mencionó? Ninguna, en su opinión. —¿Qué haces aquí?
E1572788 · F
—Bebe la infusión —le ordenó con ternura en la voz a una joven mujer escudera que sudaba frío y tenía una gran herida en la cabeza. En circunstancias normales la fémina no habría de ver el amanecer, empero, si Eir lograba encontrar caléndula en los alrededores podría hacer una pasta que evitara la infección y auxiliara a la cicatrización del cuerpo. Dejó a la herida semi inconsciente resguardada bajo un tronco seco y emprendió la búsqueda, utilizando sus instintos para llegar a su objetivo; cuál fue su sorpresa cuando, tras media hor de búsqueda, encontró vagando en los alrededores a otro ser. ¿Se trataba de un invasor? La idea le vino a la mente tan rápido como su mano desenvainó su espada, derramar sangre de aquellos que no eran una amenaza real para Asgard -o lo merecían en mandato de Freyja- estaba penado por Odín, pero Eir ya había desobedecido lo suficiente como para preocuparse por un pecado más.
E1572788 · F
Las guerras eran cada vez más feroces debido a los invasores de otros sitios que intentaban robar territorio; por ello, Eir no había tenido oportunidad de tomarse un sólo respiro ante sus obligaciones como Valkyria y como Diosa sanadora. Pasear por los bosques en búsqueda de heridos refugiados era su rutina de cada atardecer, los lugareños incluso llegaban a decir que los senderos se encontraban encantados y que podían ver la sombra de una mujer que con cariño tomaba a aquellos que parecían no lograr llegar al siguiente día con vida; nadie sospechaba que era la misma Diosa de la misericordia la que había bajado para auxiliar los en contra de los deseos de algunos otros Dioses.

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