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Guðkonungr Rázaðor — Iær
Days of the past.
 
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AsarrRhage · M
Y volvió a enfocarse en sí mismo, como si aquélla mujer no estuviese allí.— ¿Qué me llevaría a creer que una diosa visitaría a un “Nadie” como yo? Sé que soy fuerte, pero no creo que golpear bravucones sea el camino para llamar a los Ásynjur.

AsarrRhage · M
pero tenso e inmóvil, frotó sus ojos en un rápido desliz para no creer que veía algún ensueño típico de los bosques del Norte. «¿Una diosa?...» se cuestionó en la privacidad de su mente curiosa, sin embargo, le dejó hablar.

Aquél, vestía ropas viejas y andrajosas, pero las meretrices que cuidaban de él, las habían tejido con todo su cariño y por eso las apreciaba. Su cuerpo hallábase magullado, y su rostro enmugrecido. El ceño se le alivianó, y se vio tan inocente, como un niño cualquier. Tragó saliva y recobró el temple de su carácter, sin dejar de mirarle con evidente rareza en su gesto, luego, nuevamente frunció el ceño y frotó sus labios en disgusto.— No mienta. —respondióle, retomando la bélica danza de su entrenamiento, crispando los puños, subiendo el diestro; bajando el siniestro, y así sucesivamente con rapidez, como si sus manos sostuviesen algo de peso. [...]
AsarrRhage · M
De mente predeterminísta, tenía ferocidad en cada uno de sus movimientos, pero su técnica era burda como la de un bárbaro cualquier. Después de todo, en su ignorancia pensaba que nada era más necesario que golpear con tanta fuerza como si el mismo Thor martillase desde el reino de Þrúðheimr.

Y así fue, como el osado bastardo de Óðinn, frunció el entrecejo al escuchar la dulce pero tenante voz que resonó como si el bosque, bañado en la cellisca de nieve, le hubiese hablado. Dejó de mover sus pies, y detuvo la postura de práctica que ejercía. Al inició contempló el alto de los árboles, creyendo que le habían hablado, no fue hasta que escuchó los pasos crujir en el suelo como el arrastrar de aquél vestido, lo que llamó su atención en la dirección correcta.

…¿Quién...? —viósele impresionado, pues le costó tejer las palabras correctas desde sus fauces, más se vio irrumpido por las palabras que siguieron. Erguido en sus estribos, [...]
AsarrRhage · M
valores caballerescos muy atípicos en su cultura, empero, se esperaba que llegase a ser más grande aun, tanto de cuerpo como espíritu. Lo más característico en él, desde que era un criajo, eran sus ojos, de brillo penetrante como el zafiro, como si pudiese helar todo lo que mirase, y finalmente, sus cabellos, lacios y dorados como el oro. Sin embargo, aún era un mocoso valiente pero imberbe; sin una migaja de vello en su quijada.

Los Úlfhéðinn tenían los ojos sembrados en él desde que su nombre comenzó a hacer eco entre las villas, y por ello, decidido e inquebrantable en la persecución de sus propósitos, exhibía su gran destreza física en la intimidad de un bosque muy cerca de la provincia donde vivía. Sabía que su vida sería una prueba dura y larga, pero su arrojo no conocía la rendición. Ágil y ligero, fuerte y rápido era él, entrenando el arte marcial del Glima y el Budo, que venía desarrollando desde sus 7 años. [...]
AsarrRhage · M
En su adolescencia, ya se había hecho un nombre que inspiraba desprecio entre bárbaros, corsarios y cabecillas, pues defendía rameras que desde que era tan solo un ingenuo niño esclavo cuidaban de él. Riñas y querellas volaban aquí, y volaban allá, tanto como los dientes que sus puños tumbaron, con una fuerza tan exorbitante que muchos creían que entre las meretrices había una völva —sacerdotiza— que lo encantaba con seiðr hasta que sus músculos fueran tan fuertes como un roble. “Ásarr el fuerte” le llamaron, por supuesto, entre improperios e injurias. Pero ¡Venga ya! Nadie maldice a quien nació maldito.

Aquél era alto y hermoso, su rostro era blanco como un lirio, además de frío y duro como tallado en piedra, cada vez se parecía más a su difunta madre, pero en su edad temprana aun no alcanzaba del todo la madurez, parecía resolver todos sus problemas a los golpes; aunque nunca alzó la mano en contra de una mujer, habiendo adquirido [...]
AsarrRhage · M
Göndul había fallecido, su nombre fue fugaz en las Eddas, y en los cánticos de la poseía escáldica.

El fuego de una vieja vida consumió, otro ardió y siguió ardiendo hasta que sus proezas volviéronse susurros, y los susurros volviéronse gritos de una gloria que no será borrada de las memorias del hombre hasta el desgarramiento del mundo.

Y así, entre labriegos y hombres siervos a los que fue llevado a vivir, de un caudillo en los días de Haraldr Halfdanarson, Ásarr Rhage creció a pasos agigantados, y el fuego en su interior sí que ardió, aun cuando nadie en la faz de la tierra conocía su linaje, con excepción de aquéllos, a quienes aún les mora en su mente la vedada historia trágica que un puñado de dioses despotrican. [...]
AsarrRhage · M
Göndul, madre de Ásarr Ráge, desde aquél momento en que le concibió, sabía que la vitalidad se le había agotado toda en el único progenie de su beata casta; ella languideció, con la desdicha de una madre que tuvo que partir sin tan siquiera poder ser compañía de su hijo en los días de infancia. Aquél día del alumbramiento, una vez nacido Ásarr, con las últimas fuerzas se dirigió a un bello vergel y tendió a dormir en un verde prado que resplandecía al sol, flanqueado en una arcada de majestuosos árboles y flores que en primavera crecieron una hermosura singular, bellas y brillantes. Pinzones canturreaban y el ramaje de su cabello descansó en la pradera hasta que sucumbió en un último respiro que apagó la llama de su vida gloriosa, la luz extinguió en sus ojos y ahí, yació gris y fría como un pequeño trozo de invierno abrazado por la primavera. [...]
E1572788 · F
—¿Eres tú uno de esos bravos guerreros? Dime, ¿por qué entrenas tan arduamente?, ¿cuál sería tu motivación en batalla?

No esperaba de él una respuesta simple, al contrario, prestó atención para notar cada ínfimo detalle, porque ese encuentro estaba destinado a darse y un día ella habría de narrarlo o se harían canciones de ello. Eir sabía que ese chico cargaría con proezas sin comparación sobre sus hombros… Un día.

E1572788 · F
—Vas a terminar renco si sigues apoyando demasiado peso en ese pie y no te nivelas. —Su voz, dulce y firme a la vez, se escuchó en el eco de las montañas como si de un llamado ancestral se tratase, no por nada era una Diosa y Valkyria a la vez, imponente y benévola. Arrastró su blanquecina capa y el borde de su vestido mientras se levantaba de su sitio de espectadora y avanzaba hasta el muchacho, no tenía intenciones de revelarle la verdad sobre el por qué de su aparición, pero sí iba a decirle la verdad a medias. —Mi nombre es Eir, soy la Diosa de la Sanación y he estado buscando guerreros, fuertes prospectos. Es mi deber sanarlos con el fin de que alcancen su máximo potencial y sirvan después en el Valhalla. —Hizo una pausa al estar a un par de metros de él, ya que siempre fue conocida por respetar el espacio personal propio y del resto, sin embargo, se aseguró de que él pudiera escuchar fuerte y clara la siguiente pregunta:
E1572788 · F
Lo encontró porque sabía dónde buscarlo y, sin más, esperó sentada en una piedra cubierta de musgo a que el chico terminara el entrenamiento autodidacta al que se sometía. Veía en él tanto de Göndul que era casi imposible no notar que él tenía una técnica similar a la usada por ella, - sin tanta fluidez, claro, tenía mucho que aprender aún – aunque también se parecía físicamente a Óðinn; un suspiro salió de sus pálidos labios al negar la idea, ella era fiel a su líder, pero no siempre estaba de acuerdo en las decisiones que tomaba. En particular, no estaba de acuerdo con todo lo respecto a Rhage.

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