”… ¿Eso es todo lo que vas a decirle al helado? … no hieras sus sentimientos… - rió con cuidado para no ofenderla a ella, antes de abrazarla por la cintura para poder realizar la maniobra de arrebatar un trozo de helado y llevarlo a su propia boca. El cariño de los griegos podía ser tan inusual, que nadie vería extraño el inocente beso que plantó en los labios de ella, superfluo para que apenas el sabor se impregnará en sus labios – A ver, pruébalo… - la sostuvo en todo momento con la misma mano con la que sostiene su vaso. Mientras tanto, él se inclinó para robar un beso atrevido a la bola de napolitano, resultando en una deformidad del azucarado orbe.

*Si bien a Dionisio siempre le ha gustado ser adorado, habían veces en las que sólo se conformaba con las miradas sorpresivas de sus súbditos al creer haberlo visto en algún otro lugar; en la estatua de un jardín en otra ciudad, por ejemplo. Pero ese tipo de pleitesias a veces podían arruinar su día con día para disfrutar con ellos. Los seres humanos tendían a exagerar siempre todo. Hoy no. Hoy quería solo ser amado por la pequeña aferrada a su mano, mientras le correspondía tan libremente como la diferencia de edades lo permitía.
Un segundo después y ella no hubiese atinado a agarrarlo, pues mientras ella ya había saboreado su helado, él tenía la pretensión de atrapar su cuchara. Como su maniobra fue asaltada por el capricho de Bastet, solo sonrió y se resignó a esperar los tortuosos segundos restantes para probar ese exótico sabor. Encontraron un asiento cómodo, o por lo menos él lo hizo, pues la fémina ocupó su regazo. Le sonríe, antes de volver a parpadear contrariado – “Me gusta

... encaminó a las mesas que lucían ahí, sin embargo, como buena felina, prefirió uno de los sillones de dos plazas que hacían esquina con la barda que delimita el espacio extra del local. Solo que, en vez de tomar asiento en el lugar correspondiente, terminó en las piernas de la deidad - Me gusta... ¿de qué saber es el tuyo, Dionysus?

- Está acostumbrada a que, cualquiera que sea su deseo, sea servido al momento. Por eso se quedó a la expectativa, ¿Qué seguía? Lo notó avanzar y pedir al esclavo, encargado o lo que fuera los dos helados. Solo hizo un mohín cuando aquel hizo lo necesario para que ambos postres fueran servidos. Entrecerró los ojos sin saber por qué le dio una paga, solo se encogió de hombros, el mundo parecía raro en otras partes del mundo, suponía que no todo era su gran verdad universal. Aceptó su cono de helado y asintió a lo que le fue dicho ¿Cómo podría comerse eso? Le pareció enorme, pero sin duda el aroma le invitaba a no dejarlo de lado. Fue así que comenzó a lamer una arte de este. Se quedó quieta para poder darse una idea de lo que tendría que hacer. Luego, levantó a mirada, no había notado la hermosa vista que ese lugar tenía, así que asintió con levedad - No creo poder seguir, caminar y comer no es algo que me crea capaz...- De modo que le tomó la mano libre y fue ella misma quien lo ...

… el cono y su enano vaso con una cuchara diminuta clavada en la cúspide, la soltó a ella para pagar. Que pudiese sostener dos objetos tan opuestos en forma, solo podía explicarse en su pericia de sostener copas, botellas y uvas a la vez. Liberados de esa responsabilidad mortal de intercambiar un servicio por monedas, volteó hacia ella para extender el postre – Ten, lo comes dando lamidas en todas direcciones. No seas muy brusca o puede caerse tu bola en el suelo, aunque si lo haces, es seguro que alguna “yiayia” te compre otro… - con la mirada encontró un par de mesas disponibles a las afueras del establecimiento – Como es tu primera vez comiendo un helado, sugiero que nos sentemos ahí… Andando. - *

**Ninguno en el establecimiento podía ver mal a la niña que mientras golpea el cristal con su ínfimo dedo, se mantiene de la mano de quien, hasta entonces, no podían encontrar similitud con ella.

El Dios de cabellera cerúlea avanzó lo suficiente para encontrar relación entre el distorsionado ángulo del vidrio y el sabor señalado, con una elegante etiqueta citando el nombre del helado en el idioma natal y una traducción abajo del mismo en el abecedario latino - Creo que te fascinará, es uno de los más populares... Veamos... - por su parte, repasó una y otra vez los sabores, intentando decidir cuál de todos debería probar ese día. Por supuesto, apenas aterrizó sus ojos en un contenedor de helado ente rojizo y púrpura, eleva la cabeza para encontrarse con la mirada del heladero - Sírveme uno de vino tinto en vaso, y uno napolitano en cono... - aquel de inmediato comienza con su labor, cambiando de cuchara cuando termina de servir uno para no contaminar el otro. Apenas el Dios recibió.

inferior, quería saberlo todo, pero dejaría que lo más llamativo fuera lo que decidiera probar - Ese de ahí...- Y su dedo impactó con el vidrio frío. Ladeo la cabeza para ver a Dionysus - Es gélido..- Instó antes de volver a hacer un "toc-toc" en el contenedor - Quiero.. ese de color.. café, amarillo y rosa..

-Los dioses no tienen costumbre en relación de caminar entre sus súbditos. Quizás por eso la carencia de empatía de algunos tornó difíciles las relaciones. Lo bueno de todo ello, es que era distinto con el dios con el que va de la mano, tal vez por eso fue que asumió esa forma pequeña, para evitar llamar la atención. Lo exótico de su tierra siempre será notorio, el color de piel tan moreno, pocas veces es así de notorio en esas tierras, o al menos eso es lo que cree.

Con gran curiosidad observó el movimiento que tiene todo frente a si, solo recordaba un jolgorio así cuando era época de festividades. Desvió a mirada unos segundos para ver al dios del vino, le veía tan radiante en su andar, que eso la animó y comenzó a sonreír a todo aquel que siquiera se giraba un poco para verla. Orgullosa y con el mentón perfectamente levantado, se abrió paso hasta donde él la llevo. Se acercó al aparador donde estaba aquella delicia en toda la gama de colores, ¿sabores tal vez? Se mordió el labio

* - Claro que comeré helado. ¡Todo el mundo siempre espera la Primavera y el Verano para eso! - comenta con gran ánimo, mientras de la mano de la egipcia comienza a tomar rumbo hacia uno de los parques griegos más amplios y concurridos de Atenas. Distinto de varios lugares en el planeta, podían verse en cada intersección peatonal un puesto distinto de varios tipos de comidas, algún que otro carro de souvenirs y un sinfín de actividades siendo ejecutadas por el mismo número de personas. El alegre ambiente griego, hacía hervir la sangre de emoción, como si las inhibiciones no existieran en esa tierra de júbilo. El Dios nativo se abre paso entre sus súbditos con normalidad, pasando de algunos vendedores ambulantes y esperando el cruce de algún que otro caballo turístico llevando personas en su lomo.

En breve, y sobre la misma plazuela, se adentra a una heladería con un inmenso mostrador presumiendo la cremosidad de sus especialidades. Voltea hacia la infante - ¿Cuál de todos quieres?.

-Aunque no sabe de qué habla la deidad griega, muy orgullosa de haber controlado su llanto, toma la mano de aquel hombre, comenzando a caminar, aunque aun tiene espasmos del llanto que cortó solo por petición de aquel - Pues hace buen tiempo para comerlo, si es frío, será bueno entonces...- Con el dorso de su mano libre se vuelve a limpiar el rostro. Sabe que no debe llorar, pero ahora que está con el de cabellos azules, simplemente puede sentirse segura- ¿Y tú comerás helado? Si tu no comes yo no quiero...