-Apretó los labios y voleó a verla.- Fue muy noble de su parte venir a buscarme en ese momento, como tú lo hiciste. -Sonríe y aprieta su mano.- Tú eres un ángel, tú has pasado más tiempo en la mía.

—Le miraba de reojo mientras hablaba. Esas cuestiones le preocupaban seriamente, siempre fue así, y por supuesto que estaba al tanto de que tras la pérdida de su hija Roy había recaído en las drogas.— Escuché que Diana y tú se estuvieron frecuentando constantemente durante aquellos meses. —Suspiró, desviando su mirada al frente, al camino. Sonrió.— Es un ángel, ¿no? —Dijo apretando la mano del arquero para luego acariciar sus nudillos con las yemas.— Quiero decir, Diana, veo que ha sido buena influencia en tu vida.

-Entrelaza sus dedos con los de ella, lucha por mantener la atención del mundo que le rodea mientras avanza a su lado, al sus ojos saltar de los de ella a aquellos labios.- He estado sobrio y planeo mantenerme así, si a esas reuniones te refieres. -Ríe un poco y niega con la cabeza. Siente por algún lado del chaleco el pequeño disco de los seis meses sobrio que lleva para la buena suerte, y para no olvidar.-

Cuanto antes, mejor. —Se relamió las comisuras de los labios, le miró hacerse con sus cosas fascinada. Lograba nervarla de una manera que no le sucedía en años. En marcha entonces, la rubia buscó a tientas una de las manos ajenas, entrelaza sus dedos con los ajenos y emprendieron camino.— ¿Has seguido yendo a tus juntas? Ya sabes cuáles.

-Había quedado paralizado mirándo como acomodaba su cabello. Al darse cuenta del bolso caído, se movió más rápido que ella, o intentó hacerlo. Buscó tomarlo para dárselo aunque ella estuviera a unos momentos de lograrlo, aún con el sabor de sus labios vívido en la boca.- Dejé mis cosas por aquí, las recogemos de camino. ¿Te parece?

—Se escapa una suave risa de los labios de la Canario, quizá contagiada por sus nervios, pero muy en el fondo. Demostrarse su "amor" en público era algo a lo que ambos intentaban acostumbrarse aún. Correspondió a su beso, por muy breve que fuera. Mordió su labio inferior al separarse y acomodó sus doradas hebras detrás de su oreja. No supo si el arquero se había dado cuenta o no, pero su bolso había caído al piso. Dinah se agachó a recogerlo.— ¿Estás listo para venir conmigo a casa?

-Cierra los ojos, los aprieta tras respirar profundo, habiendo tomado coraje tras aquel beso. Toma su mano, besa su dorso. Abre los ojos para mirarla cuando se dispone a hablar.- Yo te amo.

—Sonríe a medio labio al ver sus mejillas tan ardientes como su melena de fuego. No pierde más tiempo y se aproxima a besar brevemente sus labios.— Ahora dilo sin tartamudear.

Eh...yo...tú sabes que es mútuo. -Traga saliva y siente el calor llegar a sus mejillas.-

Pues... yo te amo.