Pasaron varios días, pero su objetivo no llegaba. De todas formas, estaba entretenida con el nuevo trabajo. Era una casa de apuestas ilegal, un casino improvisado en un edificio que solía dedicarse a las telecomunicaciones, y contaban con cámaras y frecuencias de radio abundantes. Había un ser en específico, un exótico hombre de exageradas vestimentas punk y anoréxico aspecto que se decía, podía llegar a cualquier cámara en cientos de dispositivos. Tenía una oficina en el edificio, bien custodiada y de acceso hermético, donde se la pasaba todo el día. Envidiaba a los guardias que le ponían...
afuera a 11/11, November Eleven, el nombre clave del invasor. Moría por echar un vistazo dentro de esa habitación, pero su misión era el techo. Apuntaba y tiraba bien, e incluso podía hacer trampa y usar su espíritu de amplificación para hacer el tiro más destructivo. El problema era lo distraída que era, desde esa altura las luces de los edificios eran encantadoras, y solía fijarse en las ventanas de los vecinos con curiosidad. Suspiró con ligera nostalgia.
