Home sweet home .. Not. No pasaron muchos días para salir de la organización de nuevo. Había tenido una misión de alto rango con el cazador Clyde, y habían cobrado una recompensa cuyos porcentajes en realidad no revisó, pues hubo un encuentro esa noche que en lo personal, había cubierto con creces una generosa tarifa. Pero a pesar de eso, de las propuestas para el futuro, ella había desaparecido. Aún debía cazar un misterio más, uno que había encontrado en el oasis y que pasó días a solas estudiando. Su botín estaba incompleto, y tras una ardua investigación supo dónde estaba otra...
¿Qué debería responder? La cautela se acababa y bueno, un file no era mala idea. Posiblemente bajo otras circunstancias esa noche hubiesen hecho unos diez, pero en su estado, nada prometía, de ello decir que el hombre simplemente se levantó y caminó a la habitación, era cierto que olvidó por momentos su fiebre, y cuán cansado estaba, total inmersa desnudez que le hizo tirarse a la cama y caer prácticamente muerto en sueños.
-Se puso de pie, mayormente apoyada en su pie sano. El otro sólo lo usó para colocar las puntas de los pies en el suelo, y supo que estaría bien.- Oh, ¿Podemos comprar algunos de esos? -Comentó al aire, aunque había comenzado a caminar en un intento por explorar, pero aún no podía dar pasos lo suficientemente independientes.- Oh vaya ... Con que aquí querías que hiciéramos algunos hijos. -Apoyó las manos en la cintura y asintió mientras su vista se iba hacia los jardines a través de una ventana.- Me agrada, podría acostumbrarme rápido.
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Ella buscó calor frente a su postura, él con gusto le recibió, también influyó contra sus labios, petrificó su mirada al poco raso de la imagen consecutiva de vida lenta desvanecida en sus ojos y a la suavidad, alzó el ritmo de sus alientos apegados a su pecho, ahora su oreja resonaba contra su corazón, y esque la técnica de medir su latitud era a mero pulso del oído.— Vas mejorando rápido, en unos días podrás caminar con cierta prisa, de momento solo lo harás por tiempos prolongados. —Añadió al separarse, con la única incógnita y tarea de servirle, más que nada en el ámbito salubre, la experiencia de Clyde no tenía paradero, sin duda era una caja de sorpresas, inclusive en conocimiento de armas y la replica de sus palabras.— No fue puntería buena, usó un buen rifle. —La suerte blandió ese Cheytac 2000, un francotirador único en calidad, más conocido como intervention, y bueno, el sonido es reconocible a metros de distancia, el vaquero lo captó.
-Había sudado frío, sin retirar la vista de todo lo que sucedía. Le llamó la atención la habilidad del otro, cómo trabajó rápido y preciso, y cuando lo peor pasó pudo finalmente soltar el aire que había estado conteniendo en los pulmones. Retiró el cinturón de su muslo para dejar circular mejor la sangre, y cuando comenzó a sentir la pierna un poco más normalmente, ahora si pudo mirarlo. Contempló a su magnífico hombre, le acarició el mentón con los dedos y otra mano la pasó por su nuca. Qué guapo era, y qué cálido se sentía volver a estar junto a él. No se contuvo de ir a besarle los pómulos, la punta de la nariz, los labios. Un poco de motivación y comería todo su cuerpo, estaba segura.- Gracias por la ayuda...Vaya qué puntería tenía ese tipo.
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Usó pinzas, alcohol, un poco de hilo y el esterilizador de siempre, contaba con la habilidad suficiente como para engarzar la bala y sacarla de un tirón, y lo hizo, fue tan limpio que ni razón de gritar le dio, pues cambió rápidamente la gasa y acercó otro trozo de retaso.— Aguanta... ¿Si? —Quedaba cruzar aguja e hilo, especificamente hilares delgados como su tersa piel, que fueron escociendo hasta finalizar el trazo y agudizar el nudo.— Ya está. —Esa inercia propia de sus dedos fatigó el músculo, pero almenos alivió la impaciente y adolorida espera, a todo esto el hombre implementó caricias, uno que otro masaje y besos lentos al mínimo tocar.
-Ni un millón de balas enterradas en su cuerpo evitarían que se calentara si ese hombre le diese esa instrucción. Le ardió el rostro de inmediato, más notorio por carecer de maquillaje, y eso hizo. Se quitó el uniforme color naranja y quedó con su camiseta rota y su ropa interior blanca, luego lo dejó trabajar. El rojo de su rostro fue descendiendo hasta palidecer por las suturas y el maniobrar, joder, dolía demasiado. Tuvo que cerrar una mano en torno a uno de sus hombros y apretar fuerte, repitiendo en su cabeza que todo pasaría pronto.-
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Escuchó entonces el auto cerrarse, él ya estaba en la cocina con un botiquín entre manos. La asistencia fue rápida, primero el hombre se sentó, chocó sus muslos con las palmas dándole la indicación de sentarse y poco más ocurrió al estar hablando entre preocupación.— Desnúdate. —Frío, seco y algo coqueto afirmó. Los seguimientos de el tratamiento tenían necesidad desnuda, realmente un pantalón estorbaría a la sutura complementaria que iba a realizar, no sin antes sacar la bala sobre esa tetera de plata.
-Para ese entonces ya se le había dormido la pierna por completo, pero descartó la opción de recibir ayuda del otro cuando él simplemente entró a la casa. Suspiró, entonces abrió su uniforme y arrancó un pedazo de tela de su camiseta, con la cual envolvió firmemente la pantorrilla. La tela se humedeció con rapidez en rojizo, pero eso podría comprarle unos segundos. Abrió la puerta y después de tomar su extraño premio de la prisión, caminó hacia el interior, cojeando de aquella pierna. Miró a su alrededor en busca de algún botiquín, y sintió pena. Era una casa bastante hermosa, debería estarla admirando, y se prometió hacerlo apenas solucionara su pierna.-
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El violento olor de la carne carcomió su nariz, era un hedor pútrido, no tenía ni relevancia en su situación, y claro, con el calor, conservaba ese jugoso y dulce éxtasis; Extrañado en los hechos, Clyde sació su curiosidad, sin razón ni dilema, tenía certeza en sus afirmaciones, ahora mismo solo pensaba en su casa. Él no comentó nada solo hasta que llegaron a los terrenos de la hacienda, era una gran extensión de terreno, a conjunto con otras casas, más no era apegada, literalmente había un camino recto del pueblo, y en la cima curveada, la gran casa del Vaquero aguardaba mármol blanco y miles de flores de sutiles colores. El motor redimió su potencial, el hombre bajó del auto y se siguió firme, abrió la puerta, se encontró lo de siempre, su piano... Las decoraciones victorianas y poco más del barroco.
-El hormigueo fue presente en su muslo, rechistando cuando se formó un tono violeta en torno a la pierna.- Bien, sería una buena idea ir... Necesito curar esto. -Le sonrió nerviosa. Había sido extremadamente temeraria, pero el ver el pedazo de piel en el tapete del asiento la hizo sonreír un poco. Todavía sangraba, de hecho se veía sumamente irritado, y también comenzaría a oler pronto. Lo único que pudo hacer durante el trayecto era adivinar en dónde encajarían esas líneas negras, qué nuevos pasos en el mapa revelaría ese pedazo.-
