-Parecían dos turistas desafortunados al llegar a ese pequeño oasis, y quizás lo eran. Camino al lugar se habían cruzado con un torbellino de arena y tierra, y ahora lucían con un terrible aspecto. Sentía capas de polvo pegadas a sus pestañas, en su nariz, incluso su cabello se sentía duro y eso la hacía poner una cara de pésimo humor. No obstante, debía alegrarse que por primera vez la habían emparejado con un cazador de renombre, en una misión de lista negra. Dichas misiones eran sólo para los más profesionales, y aunque aún no subía de rango, estaba siendo considerada como útil. No sabía...
-Se le cayó la mandíbula cuando la arena se organizó de nuevo para darle forma a ese ser. Y seguro que si su espíritu en la palma derecha pudiese tener esa reacción, ya serían dos. Miró la respectiva mano y el ojo estaba atónito, y pronto miró de nuevo al enigma. Eso convertiría a la presa en un ser veloz, inmune, y necesitaba idear algo para restarle valor a esas dos cualidades, todo antes de que significaran una ventaja sobre el vaquero. Bastaron segundos para marcharse y volver con un jarrón con agua de dudosa limpieza, pero no importaba. Esperó a que el hombre se deshiciera de nuevo, así podría lanzar el agua y añadirle peso a la arena, con la esperanza de alentar la regeneración para comprar algo de tiempo.-
