No estoy seguro de que mañana puedas levantarte... —Añadió en voz baja. En la habitación todo estaba oscuro, no había ruido porque su casa estaba en una zona bastante tranquila y ahora era muy beneficioso, así no había nada externo que le taladrara la cabeza a su amiga.— Solo concéntrate en descansar, ¿sí? Iré por algo para tu migraña.

—Pero antes de salir de la habitación, la acomodó un poco mejor, le quitó los zapatos, el reloj, incluso los aretes, colocó las almohadas de mejor manera y la dejó sobre el colchón, cubriéndola con una manta.
Parecía una princesa, con la nariz enrojecida.

El pensamiento lo hizo reír, acarició sus mejillas y luego tomó su mano diestra para darle un beso tierno.— Yo me encargo de todo, duerme.